Tercer Milenio

En colaboración con ITA

De Gagarin al sueño de pisar Marte

Hoy, 27 de marzo de 2018, se cumplen 50 años del fallecimiento de Yuri Gagarin, la primera persona que viajó al espacio. Esta hazaña marcó el comienzo de la carrera espacial tripulada y su nombre figura hoy entre las figuras casi míticas de otros cosmonautas y astronautas, como Valentina Tereshkova o Neil Armstrong. Su papel en la exploración espacial ha inspirado a generaciones de físicos, ingenieros y científicos. En la actualidad, de ser una carrera de países, la conquista del espacio ha pasado a ser un esfuerzo colectivo. El próximo desafío: un viaje tripulado a Marte.

Scott Kelly (izquierda), vivió un año en la Estación Espacial Internacional. Tras su regreso, los científicos estudian cómo afectó esto a su cuerpo, comparándolo con su hermano gemelo Mark (derecha)
Scott Kelly (izquierda), vivió un año en la Estación Espacial Internacional. Tras su regreso, los científicos estudian cómo afectó esto a su cuerpo, comparándolo con su hermano gemelo Mark (derecha)
NASA/Bill Ingalls

Una tímida sonrisa enmarcada en un casco blanco con las letras CCCP en rojo. Esa es una de las imágenes con las que recordamos a Yuri Gagarin, la primera persona que viajó al espacio. Sin embargo, en los inicios de su vida nada parecía indicar que acabaría viajando al espacio.

De Gagarin al sueño de pisar Marte

Yuri Gagarin, el 12 de abril de 1961, antes de despegar en la Vostok-1. Nasa

Nació en 1934, fue el tercero de cuatro hermanos. Sus padres sobrevivían a duras penas en una granja colectiva a 200 km al oeste de Moscú. Cuando tenía solo 7 años, la II Guerra Mundial llamó a la puerta de su casa. Los nazis invadieron Klúshino, el pueblo donde vivía junto a su familia, y su hogar pasó a ser ocupado por un general alemán. Desahuciada, la familia vivió durante más de año y medio en una choza de barro de nueve metros cuadrados, construida por ellos mismos. Por si eso fuera poco, la ocupación nazi supuso la separación de la familia: su hermana y hermano mayores fueron deportados a un campo de trabajos forzados en Polonia, del que no serían liberados hasta el final de la guerra.

Fue en estos años terribles cuando Yuri Gagarin tomó un primer contacto inesperado con la aeronáutica. Tras un enfrentamiento entre dos aviones Messer-schmitt alemanes y dos Yaks rusos, uno de los pilotos soviéticos se vio forzado a aterrizar cerca de Klúshino. Para Gagarin, esto supuso una revelación caída del cielo.

La figura del piloto, acogido y escondido por sus vecinos, caló hondo en su interior. Al terminar la guerra, y con la familia reunida de nuevo, empezó a trabajar en una fundición, mientras simultaneaba sus estudios en la Escuela Técnica de Saratov. Sin embargo, marcado aún por el piloto que había aterrizado a duras penas en su pueblo, Yuri no dejaba de fantasear con pilotar un avión algún día. Con esta idea en mente, se apuntó a una escuela de vuelo cercana, donde participaba como voluntario. Era 1951, y la carrera de Yuri Gagarin como aviador acababa de despegar.

En los años siguientes, Gagarin pasó de ser voluntario a alistarse en el ejército, donde empezó a despuntar entre otros pilotos. No solo por sus capacidades técnicas, sino por su espíritu humano y de colaboración. "Modesto, con una memoria fantástica, un alto nivel de atención a lo que le rodea. Parece entender la vida mucho mejor que muchos de sus amigos". Con estas palabras lo describe uno de los médicos que le examinó en 1960, cuando fue elegido para formar parte de la primera generación de cosmonautas soviéticos. Veinte pilotos seleccionados entre la élite de la aviación soviética. Sorprendentemente, contaron tan solo con unos pocos meses de preparación de cara a la primera misión espacial.

La ventaja de ser bajito

De entre todos ellos, dos llegaron a la fase final: Guerman Titov y Yuri Gagarin. Ambos sobresalieron en las pruebas preparatorias, tanto físicas como psicológicas. Aparte de sus aptitudes, compartían un aspecto imprescindible para poder entrar a bordo de la nave Vostok-1: su estatura. Medían alrededor de un metro sesenta. Esto era de vital importancia. La nave, de forma redondeada, había sido diseñada para que pesara lo menos posible. Medía poco más de 2 metros de diámetro y el espacio en su interior dejaba poco espacio de maniobra al cosmonauta.

Finalmente, la decisión de elegir a Gagarin frente a Titov fue, en gran medida, política. En plena Guerra Fría, la carrera por la conquista del espacio era otro peón más en el tablero sociopolítico, dividido por el telón de acero. Poner a un ser humano en el espacio era una forma de demostrar no solo la superioridad tecnológica militar, sino también una herramienta propagandística. Por eso, una diferencia sustancial hizo que sus superiores eligieran finalmente a Gagarin: sus orígenes. ¿Quién mejor para representar los ideales de la URSS en esta primera aventura espacial tripulada que alguien de origen humilde, hijo de campesinos? Este hecho, unido a su carácter abierto y conciliador, lo convertía en la imagen perfecta de progreso social que la URSS quería transmitir al mundo.

Una órbita alrededor de la Tierra

El 12 de abril de 1961, un cohete de 40 metros de altura despegó desde Baikonur, un enclave al suroeste del actual Kazajistán. A los 10 minutos del despegue, el cohete dejaba en órbita alrededor de la Tierra a Yuri Gagarin. Durante la hora y 48 minutos que duró el viaje, Gagarin apenas podía moverse. Dentro de su cápsula Vostok-1, el cosmonauta podía hacer poco más que admirar la panorámica y no perder de vista un sobre de alto valor: contenía los códigos que le permitirían tomar control manual de la nave en caso de que todo saliese mal. Afortunadamente, todas las maniobras salieron tal y como los ingenieros habían planeado. Sin embargo, cosmonauta y nave no volvieron juntos a la superficie. Para evitar sorpresas desagradables de última hora durante el aterrizaje, Yuri Gagarin se eyectó de la nave cuando estaba a 7 kilómetros de altura, y aterrizó en paracaídas.

Tras su hazaña, Yuri Gagarin realizó una gira mundial en la que visitó Italia, Canadá, Brasil o Japón, entre otros lugares. Tanta visibilidad pública acabó cansando a Gagarin. Tras dos años de viajes e intensa actividad, quiso volver a su papel de cosmonauta, pero jamás volvería a pisar el espacio. Su figura era demasiado importante como para arriesgar su vida en misiones espaciales, y quedó relegado a entrenar a otros cosmonautas.

Finalmente, en 1967, el alto mando soviético le prohibía participar en ninguna misión espacial. La decisión fue tomada tras el fallecimiento del cosmonauta Vladimir Komarov, amigo y compañero de Gagarin, a bordo de la cápsula Soyuz. Se trataba de la primera muerte en el espacio y un recordatorio de los grandes riesgos que corrían los cosmonautas con cada nueva misión. La pérdida marcó profundamente a Gagarin que, ante la prohibición de volver al espacio, decidió regresar a la aviación. Irónicamente, la decisión de apartarlo de las misiones espaciales no lo mantuvo a salvo. Falleció junto a su instructor de vuelo en un accidente aéreo, al estrellarse el caza MiG que pilotaba el 27 de marzo de 1968.

Un esfuerzo colectivo

Desde entonces, la exploración espacial ha cambiado completamente. De ser una carrera de países individuales, la conquista del espacio ha pasado a ser un esfuerzo colectivo: la Estación Espacial Internacional acoge a astronautas de diferentes nacionalidades y su financiación proviene de multitud de países. En 50 años hemos pasado de presenciar los primeros pasos cosmonautas y astronautas a poner 'rovers' en la superficie de Marte, mandar sondas como Rosetta a recoger muestras de un cometa o ver en directo la imagen de la Tierra reflejada en el capó de un deportivo rojo. Quizás dentro de otros 50 años una joven lectora del Heraldo de Aragón escriba una crónica parecida a esta desde Marte, hablando de los primeros pasos que dimos hacia el Planeta Rojo.

"¡Veo la Tierra! ¡Es tan hermosa!", el efecto perspectiva
Estas fueron las palabras que exclamó Yuri Gagarin al ver la Tierra a través de la escotilla de la Vostok-1. La hora y 48 minutos que duró el vuelo de la nave cambiarían su vida para siempre. Pasó de ser anónimo a ser conocido mundialmente. Pero el cambio más profundo fue interior. Tras regresar a tierra, insistió en la necesidad de proteger nuestro planeta, más allá de las fronteras: "Dando vueltas a la Tierra en mi nave espacial orbital me maravillé de la belleza de nuestro planeta. Pueblos del mundo, protejamos y aumentemos esa belleza, no la destruyamos".

Gagarin no ha sido el único en cambiar su perspectiva tras viajar al espacio. Edgar Mitchell, astronauta estadounidense de la misión Apolo 14 resumió muy bien la sensación: "Algo te sucede cuando estás ahí fuera. Desarrollas una consciencia global, una empatía y una intensa insatisfacción con cómo están las cosas. Te sientes impulsado para hacer algo por cambiarlo". Esta reacción está tan extendida entre los astronautas y cosmonautas que tiene nombre propio: ‘efecto perspectiva’. El término fue acuñado en 1987 por el escritor Frank White y ha sido objeto de numerosos estudios por parte de psicólogos interesados en el cambio de percepción que se produce en los astronautas tras viajar al espacio.

De Gagarin al sueño de pisar Marte

La Tierra, vista desde la Luna por la sonda LRO. NASA/LRO

Pisar Marte, ¿sueño o realidad?
Al grito de ‘poyejali!’ (‘vámonos!’ en ruso), Yuri Gagarin marcó el comienzo de la carrera espacial tripulada el 12 de abril de 1961. Desde entonces, poco más de 500 personas han viajado al espacio. De todas ellas, tan solo 24 han tenido el privilegio de abandonar las cercanías de la Tierra y orbitar en torno a la Luna. Dar el siguiente paso –llegar a Marte– parece estar cada vez más cerca. El pasado 6 de febrero la empresa Space X hacía historia con su cohete Falcon Heavy: el primer cohete comercial capaz de llegar a la órbita de Marte. Las imágenes que dejó parecían sacadas de una película de ciencia ficción: un deportivo rojo, suspendido en el espacio, con la Tierra reflejándose sobre su capó.
De Gagarin al sueño de pisar Marte

Para demostrar la potencia del cohete Falcon Heavy, Elon Musk, fundador de Space X, decidió poner en órbita un deportivo Tesla. SpaceX

Si bien esta imagen ha vuelto a despertar la imaginación de muchos de nosotros, lo cierto es que aún quedan muchos retos que superar antes de que veamos un astronauta en Marte. Gran parte de estos retos tiene que ver con los propios astronautas.

De Gagarin al sueño de pisar Marte

Scott Kelly (izquierda), vivió un año en la Estación Espacial Internacional. Tras su regreso, los científicos estudian cómo afectó esto a su cuerpo, comparándolo con su hermano gemelo Mark (derecha). NASA/Bill Ingalls

Buena parte de lo que sabemos hoy en día de cómo afecta la estancia en el espacio al cuerpo humano se lo debemos a la Estación Espacial Internacional. En 2015, los astronautas Scott y Mark Kelly vivieron separados durante un año: Mark en su casa, Scott en la Estación Espacial Internacional. ¿El motivo? Mark y Scott son hermanos gemelos. El objetivo era estudiar cómo había afectado al cuerpo de Scott su estancia en el espacio, comparándolo con el de su hermano, genéticamente idéntico. Los resultados se conocerán el próximo año.

Pero quizás el mayor esfuerzo en el viaje a Marte no sea físico sino mental. Llegar al Planeta Rojo lleva varios meses y los astronautas vivirían en un espacio limitado. Para estudiar cómo afecta esto a la salud mental, la Agencia Espacial Europea llevó a cabo en 2011 el programa Mars-500: seis voluntarios pasaron 520 días encerrados en un módulo que reproducía las condiciones de un viaje a Marte. Los resultados muestran algunos de los problemas a los que se enfrentan los astronautas del futuro. Cuatro de ellos sufrieron problemas psicológicos y de ritmo de sueño. Otro empezó a vivir ‘días’ de 25 horas en vez de 24, con lo que su rutina se desincronizó del resto de sus compañeros.

Galería:Yuri Gagarin
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