Tercer Milenio

En colaboración con ITA

80 años de la aurora boreal que paró la guerra

Con motivo del 80 aniversario de la aurora boreal de la Guerra Civil Española, el Planetario de Aragón, junto con la Agrupación Astronómica de Huesca, celebran el viernes 26 la ‘Noche de las auroras boreales’.

Aurora boreal, vista desde Finlandia
Aurora boreal, vista desde Finlandia
Jacinto Alduán

El cielo del 25 de enero de 1938, en plena Guerra Civil, se tiñó de rojo al anochecer. Una espectacular aurora boreal pudo admirarse con asombro en toda España. Ver este fenómeno desde latitudes como las de la península ibérica es muy poco frecuente. Desde entonces solo ha sido posible contemplar otras dos desde nuestro país: en 1989 y en 2003.

Las auroras –boreales cerca del Polo Norte y australes cerca del Polo Sur– se producen por la interacción entre el campo magnético que protege nuestro planeta y el viento solar, las partículas que emite continuamente el Sol. El campo magnético desvía esas partículas hacia los dos polos de la Tierra, y allí provocan que los átomos de la atmósfera emitan fotones de luz de distintos colores.

Con motivo del 80 aniversario de la aurora boreal de la Guerra Civil Española, el Planetario de Aragón, junto con la Agrupación Astronómica de Huesca (AAHU), celebran el viernes 26 la ‘Noche de las Auroras Boreales’. Tras la charla, a las 19.00, de Carlos Garcés Manau, miembro de la AAHU, sobre este excepcional fenómeno ocurrido en 1938, se ofrecerá un espectáculo de auroras boreales proyectadas en la cúpula del planetario. La experiencia visual se completará con las fotografías realizadas por Jacinto Alduán, miembro de la AAHU, en un viaje a la región de Kiilopää (Finlandia). Todo ello acompañando por el cava Reyes de Aragón Rosado de Bodegas Langa, que luce el color de las auroras boreales. Precio: 3 euros. Reservas: 974 234 593.

Así lo contó HERALDO

Informan desde Navarra (26-1-1938): "Esta noche, entre ocho y media y nueve menos cuarto, apareció por la parte Norte del horizonte una intensa ráfaga de luz rojiza que semejaba el resplandor de un gran incendio". 'El fenómeno de la aurora boreal en Europa', crónica desde Berlín (27-1-1938): "El fenómeno atmosférico de la aurora boreal acaecido anoche en toda Europa, apareció también en Alemania.Se han dado casos tan curiosos como el de que en Venecia durase quince minutos y, en Turín, dos horas".

'El cielo se ha incendiado bruscamente y el fenómeno ha podido apreciarse en diversas regiones de Europa', crónica desde París (27-1-1938): "Un fenómeno atmosférico, parecido a una aurora boreal, se ha observado la noche del martes en diversas regiones de Europa y de Francia.Este fenómeno en Laval, ha durado tres horas. Nubes rojas, anaranjadas, cubrían grandes extensiones del cielo y daban la sensación de un gran incendio.

También se ha observado este fenómeno en toda la Normandía. El cielo apareció primero con grandes franjas de color rosa, que luego se transformaron en color violeta. El espectáculo en el mar era particularmente bello.

En los Alpes, se ha podido apreciar el fenómeno muy bien. El cielo semejaba un gran incendio Con llamas flotantes, de color sangre, muy vivo.

Según la opinión del profesor Pers, de la Facultad de Ciencias de Grenoble, se trata de una aurora boreal de gran extensión.

La claridad era tan viva, que en Briancon, los empleados de Correos han podido trabajar sin luz artificial. En algunos pueblos de la montaña alpina, los campesinos huyeron asustados.

También con ligeras variaciones en la extensión y en el color se vio este fenómeno celeste en Suiza, Bélgica y Holanda.

En Bélgica, los pescadores de la costa, temiendo una violenta tempestad, se han refugiado en los puertos".

Bajo el titular ‘Visiones de apocalipsis’, crónica desde París (28-1-1938): "Primero fue una nube opalina que se formó hacia Oriente, como si el alba fuese a nacer, aunque el crepúsculo apenas terminaba. Después una inmensa luz roja cubrió todo el horizonte hacia el Norte y el Noreste; y se podían distinguir dos fuegos distintos que lanzaban por instantes inmensos rayos de luz plateada. Los bordes de las bandas luminosas estaban franjeados de todos los matices del rojo, del amarillo y del anaranjado.Noche de apocalipsis

De los cuatro ángulos de Europa nos llegaron esta mañana las noticias relatando el pánico que se apodero de las poblaciones a la vista del fenómeno insólito.

En Londres, todos los puestos de bomberos fueron avisados. Se creía en un gigantesco incendio. No se había visto el cielo tan rojo desde el incendio del Palacio de Cristal.

En Viena, toda la población se lanzó a las calles. Ya se hablaba de la inmediata declaración de una guerra, de invenciones diabólicas, de un cataclismo sangriento. El Gobierno tuvo que tranquilizar a la población por emisiones de radio repetidas con frecuencia.

Los campesinos cristianos de Yugoeslavia se tiraron de rodillas y trataron de aplacar con sus rezos al cielo en colera. Creían que la hora del Apocalipsis había sonado.

El Canal de la Macha, extrañamente tranquilo

Se creyó un poco en toda Francia en incendios de aldeas, de pueblos y hasta ciudades enteras. En Rouen corrió el rumor de que las reservas de petróleo del puerto se habían incendiado.

En Baviera, en Austria, en Suiza, las montañas se iluminaron y los glaciares llegaron a hacerse visibles, enrojecidos, en plena noche.

Los pescadores del mar del Norte, temiendo una violenta tempestad, permanecieron en sus puertos. Pero los pescadores ingleses de la Mancha cuentan que muy adentro, el mar estaba tan extrañamente tranquilo y que la iluminación del cielo hechiceramente punzante, que no osaron echar sus redes.

La aurora boreal fue muy visible, hasta en el Sur de Portugal y de Italia, donde sumió a las poblaciones en la angustia. Fue de una intensidad particular en Holanda, donde la princesa Juliana pidió insistentemente qué la transportasen al parque del castillo para poder contemplar a placer la maravilla.

Singulares fenómenos magnéticos acompañaron por todos los sitios la aparición de la aurora boreal.

Las comunicaciones telefónicas entre Inglaterra y América fueron interrumpidas repetidas veces. Hubo grandes perturbaciones en las líneas telefónicas entre Francia e Inglaterra. En numerosos barcos las brújulas enloquecieron durante varias horas.

Las auroras boreales son producidas por el encuentro con la atmósfera terrestre de partículas microscópicas provenientes de formidables erupciones en la superficie del sol. Su máxima intensidad corresponde a los periodos de gran actividad solar, y vuelven, como estos, cada once años y medio.

Muy frecuentes en las regiones polares, las auroras boreales se manifiestan raramente en el Sur de Europa. Son ya mencionadas en las obras de Aristóteles, de Cicerón y de Plinio, el naturalista. La última que fue observada en Francia se produjo el primero de julio de 1908.

En París, nos ha dicho esta mañana M. Esclangon, dírector del Observatorio de París, los fenómenos magnéticos que acompañan, como las auroras boreales, los periodos de gran actividad solar, fueron particularmente intensos la noche de la formación del último ministerio Chautemps. Se constata que esta noche se produjeron numerosas perturbaciones en las líneas telefónicas y telegráficas".

Cuando sopla el viento solar
En un reportaje publicado en Tercer Milenio en 2014, José Luis Trisán, del Grupo Astronómico Silos, explicaba por qué se producen las auroras boreales:

La aurora polar, llamada boreal en el Hemisferio Norte y austral en el sur, es uno de los espectáculos más fascinantes que ofrece la naturaleza. Es la bella respuesta del campo magnético de la Tierra a una perturbación causada por el viento solar: partículas de alta energía interaccionan con átomos neutros en la atmósfera superior de nuestro planeta.

Como la presión en la superficie del Sol es mayor que en el espacio, las partículas escapan generando el viento solar, un flujo de plasma y campo magnético, que se extiende hasta la heliopausa, la frontera del Sistema Solar con el medio interestelar y cuyos límites no se conocen con exactitud, pero que podríamos situar más allá de las 110 Unidades Astronómicas, tres veces más lejos que Plutón.

Cuando el viento solar llega a la Tierra, una pequeña parte de partículas, sobre todo electrones, son capturados por nuestro campo magnético y canalizados hacia los polos siguiendo las líneas de fuerza. En esa ruta, se desplazan hacia el lado nocturno de la Tierra y colisionan con los átomos de la ionosfera, que son ionizados y pasan de un nivel bajo de energía, o nivel fundamental, hasta estados más excitados.

Al cabo de un tiempo, millonésimas de segundo o incluso menos, vuelven a su estado original, devolviendo la energía en forma de fotones de luz. Se necesitan miles de millones de estos saltos cuánticos para que podamos ver una aurora. Este proceso es similar a la descarga en una lámpara de neón.

El color de los fotones emitidos depende del tipo de gas y de la altitud. En alturas por encima de los 400 kilómetros, el oxígeno emite el característico color verde y, por debajo de esa altitud, el rojo o rosa. El nitrógeno, entre los 130 y los 160 kilómetros, es responsable de los azules y violetas.

Debido a la situación en el espectro electromagnético de estas emisiones, es muy complicado que el ojo humano pueda apreciar esas tonalidades, al no ser lo suficientemente sensible. Nos tendremos que conformar con apreciar un tono verdoso suave pero no por ello menos espectacular. Por suerte, las fotografías y los 'timelapse' nos permiten verlas en todo su esplendor.

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