Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La ciencia y sus inocentadas: la Fuerza, el pene conceptual y los dragones de Sokal

En el mundo de la ciencia también se juega con el humor y las inocentadas: a veces como denuncia, otras como diversión. Casi siempre haciendo pensar.

De los textos inventados colados en revistas científicas a las verdaderas inocentadas científicas
De los textos inventados colados en revistas científicas a las verdaderas inocentadas científicas
Mosoma

“Concluimos así que la mejor forma de comprender el concepto de pene no es como un órgano sexual masculino, o como un órgano reproductor masculino, sino como una construcción social promulgada que es, a la vez, perjudicial y problemática para la sociedad y las futuras generaciones (…) Es el motor conceptual que está detrás de gran parte del cambio climático”.

¿Está siendo causado el aumento de las temperaturas por una hipermasculinidad tóxica, por un pene conceptual que es la base del capitalismo feroz? Es una idea sugerente y hasta posible. Sin embargo:

La parte de los textos inventados

Esto dicen los autores del artículo sobre el pene conceptual: “Si tiene problemas para entender lo que significa, hay dos puntos importantes que se deben considerar. En primer lugar, nosotros tampoco lo entendemos. Nadie lo hace. Esto debería haber bastado para que cualquier revista con revisión por pares decidiese no publicarlo. En segundo lugar, estos ejemplos son los más lúcidos en comparación con el resto del documento”.

El texto fue una idea del filósofo Peter Boghossian y el matemático James Lindsay: en un intento de poner en evidencia al posmodernismo y el sistema de publicación inventaron un texto “ridículo adrede”, una inocentada fuera del día de los Inocentes, un pastiche con referencias inexistentes y referencias generadas al azar mediante algoritmos. Después de redactarlo, “lo leímos con atención para asegurarnos de que no decía nada significativo y, como ninguno de nosotros pudo determinar de qué trataba realmente, lo consideramos un éxito”.

Fue publicado sin problemas en la revista 'Cogent Social Sciences'.

Algo parecido hizo en 2013 el biólogo y periodista John Bohannon. Para comprobar la calidad de las revistas en acceso abierto —disponibles para todo el mundo pero en las que generalmente hay que pagar por publicar— se inventó, literalmente, un artículo científico. Se imaginó que una sustancia procedente de un liquen tenía propiedades contra el cáncer, y a partir de ahí pergeñó un texto trufado de incoherencias, con nombres falsos y citas erróneas.

Lo aceptaron 155 revistas.

Eso no echa por tierra el modelo de acceso abierto, ni mucho menos, pero menudo peso el de su broma.

Y luego está el físico Alan Sokal, el referente de todos ellos. En 1996 engañó a la revista 'Social Text' enviándoles un pomposo y pretencioso artículo en el que el número pi o la constante de la gravedad de Newton eran cuestiones relativas, un mero constructo social (!). Sus principios básicos para lograr colarlo: que suene bien y que adule los presupuestos ideológicos de los editores.

La parte de los textos inventados tiene una carga que va mucho más allá de la broma, pero dentro de la ciencia las hay y las ha habido mucho más livianas y distendidas. Verdaderas inocentadas.

La parte de las inocentadas

Los investigadores del CERN confirmaron hace un par de años, cual Jedis contemporáneos, la existencia de la Fuerza. Cuando arrancaron el acelerador de partículas a la terrible energía de 13 TeV pronto se dieron cuenta de que más allá de las cuatro fuerzas conocidas de la naturaleza había una más, inmiscuida en la estructura fundamental del universo. “Muy impresionante, este resultado es”, confirmó su portavoz. “Esperamos continuar estudiando la Fuerza, y quizás usarla para abrir puertas con nuestra mente y hacer volar cosas”, completó.

El día de los Inocentes es el 28 de diciembre en España y parte de Latinoamérica, pero se celebra el 1 de abril en casi todo el mundo. Como —por suerte o desgracia— la ciencia habla inglés, las inocentadas científicas suelen aparecer por primavera. Así sucedió con el comunicado del CERN y también con algunas de la revista 'Nature':

“La evidencia indica que los dragones ya no pueden considerarse como criaturas de leyenda y fantasía, y que los efectos del hombre sobre el cambio climático pueden estar allanando el camino para la reaparición de estas bestias”. Este era el resumen de la noticia publicada el 1 de abril de 2015, con gráficos de lo más científico relacionando el cambio de las temperaturas desde la Edad Media con la desaparición y reaparición de los dragones. Y una nota final a pie de página: “Parte del contenido de este artículo puede necesitar una dosis de escepticismo”.

Este mismo año, Google lanzaba su más moderno complemento: Google Gnome. Cual moderno extra de Amélie, este enano de jardín fruto de la inteligencia artificial es capaz de jugar con tu perro mientras te contesta preguntas como: “¿Cuál es la diferencia entre los cirrocúmulos y los cumulonimbos?”. Y, sobre todo, “¿por qué la humedad es lo peor?”.

La parte de las investigaciones reales… tomadas con humor

Más allá de invenciones con o sin carga de profundidad, hay trabajos científicos reales que pueden comunicarse rodeándose del humor o directamente a través de él. Es lo que hace cada año en su edición navideña la revista 'BMJ', con artículos que suelen convertirse en éxitos de comunicación. Algunos ejemplos: 'El espíritu navideño está en el cerebro', la música que escuchan los cirujanos al operar (y cómo es que ayuda a muchos) o el más reciente hit: Peppa Pig hace un mal uso del médico de cabecera.

Y luego están los IgNobel, esa iniciativa que nació como remedo de los Razzies vs. los Oscar, en la que se premiaban investigaciones que no podían ni debían ser reproducidas (la revista 'Social Text' lo ganó tras la publicación del trabajo de Sokal). Esa iniciativa que, sin embargo, fue virando también hacia el humor, con trabajos tan fascinantes como 'El científico que dejó que una abeja le picara tres veces en el pene' o el de Medicina del año pasado, con un método para aliviar el picor en un brazo si por alguna razón no debes rascarlo: ponerte frente a un espejo y rascar el contrario.

Ojo, ya lo dicen los organizadores: primero hacen reír pero después hacen pensar.

La parte del humor infiltrado

A veces el humor se inmiscuye de forma más disfrazada y sutil. Cinco investigadores del Instituto Karolinka, en Suecia, llevan 20 años colando citas de las canciones de Bob Dylan en sus artículos científicos. Todo empezó cuando vieron que una investigación sobre el óxido nitroso cuadraba perfectamente con uno de los temas icono de Dylan, así que lo titularon: 'Nitric Oxide and Inflammation: The answer is blowing in the wind' ('Óxido nitroso e inflamación: la respuesta está soplando en el viento'). Ahora se disputan una cena para ver quién hace pasar más citas antes de acabar sus carreras. Entre los muchos logros conseguidos están el concluir un artículo parafraseando 'Ballad of a Thin Man': “We know something is happening, but we don’t know what it is – Do we, Dr. Jones?” (“Sabemos que algo está pasando, pero no sabemos lo que es. ¿No es verdad, doctor Jones?”).

Otras veces el humor está más cerca y se cuela en los agradecimientos de los artículos. Así lo hizo un investigador español, dando las gracias en primer lugar a lo que era el INEM, porque la financiación recibida tras quedarse sin contrato le permitió terminar el trabajo (como a tantos otros becarios les permitió terminar sus tesis).

Incluso hay ocasiones en que se infiltran entre las noticias. Como cuando resultó que la mitad de los estadounidenses no creían que el cambio climático estuviera provocado por el hombre (pene conceptual aparte). Como cuando allí mismo se celebró el primer congreso de los defensores de que la Tierra es plana. O cuando uno de cada cuatro españoles reconocía que “el sol gira alrededor de la Tierra”.

Ah, no, que estas no eran de broma.

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