Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El desierto oculto del Pirineo

A veces no basta con mirar. Detrás de la belleza de algunos paisajes hay historias que piden a gritos ser contadas. Con las montañas y los valles hay que hablar, y dejar que esas conversaciones geológicas duren su tiempo. Estos diálogos nos depararán grandes sorpresas y nunca volveremos a ver el paisaje con los mismos ojos.

Rocas del Pérmico entre el pico de Arroyetas y el Anayet, en el valle de Tena
Rocas del Pérmico entre el pico de Arroyetas y el Anayet, en el valle de Tena
Ánchel Belmonte Ribas

En el corazón del Pirineo existen una serie de relieves formados por rocas rojas. No pasan desapercibidas, es muy fácil reconocerlas. Oza, la Canal Roya, el entorno de Anayet, Chistén, Sos… son solo algunos ejemplos de estos llamativos lugares. ¿Qué significado tienen esas rocas? ¿Por qué son tan distintas a las de su entorno? ¿Bajo qué circunstancias se formaron? El diálogo está servido.

Miradas de cerca, estas rocas rojas son mayoritariamente areniscas, conglomerados y lutitas. Se trata de rocas sedimentarias formadas hace casi 300 millones de años, durante el Pérmico. Proceden del desmantelamiento de la inmensa cordillera varisca, tal vez la mayor que ha habido en la historia de nuestro planeta. Ningún paisaje es eterno y esas montañas fueron pasto de la erosión, dando como resultado grandes abanicos aluviales y enormes depósitos de sedimentos. El contacto del hierro de los sedimentos con la atmósfera produjo su oxidación generalizada. Así se explica el intenso color rojo que exhiben las rocas.

Las condiciones climáticas reinantes eran duras. Geográficamente, estas montañas estaban próximas al ecuador. Una larga estación seca y cálida se interrumpía por breves periodos de lluvias torrenciales. Pequeños lagos salinos abundaban por el entorno. Pero la aridez y la torrencialidad no venían solas. Esporádicamente, algunos grandes volcanes entraban en erupción. Sus coladas de lava andesítica se pueden reconocer aún por los alrededores de los ibones de Anayet. Incluso dos grandes estructuras volcánicas subsisten hoy día: son la caldera del Midi d’Ossau y el pitón del Anayet.

Las condiciones de aridez no eran exclusivas de esta parte del planeta. Entonces, durante el Pérmico, todos los continentes se habían unido en uno solo: Pangea. Las suturas entre ellos dieron lugar a otras montañas y esta gran masa terrestre provocó una notable continentalización del clima. No se han encontrado, por ahora, fósiles entre estas rocas rojas. Son escasas las evidencias de vida en estos desiertos pérmicos. Además, debido a varias y complejas razones, a finales del Pérmico se produjo la peor de las grandes extinciones masivas que ha sufrido la vida en la Tierra. Prácticamente el 95% de la vida marina y casi el 80% de la terrestre desaparecieron por causas aún controvertidas. Malos tiempos para la vida.

Los bellos paisajes que hoy coronan parte de nuestro Pirineo son el legado de un mundo hostil. Estas originales montañas rojas son el testigo de sabanas secas, lluvias torrenciales, erupciones volcánicas y la peor de las cinco grandes extinciones que ha sufrido la Tierra. La vida volvió a recuperarse, las montañas variscas ya no. Hoy, sin embargo, las rocas rojas aparecen espectacularmente plegadas formando nuevas montañas. Pero eso ya es otra historia….

Ánchel Belmonte Ribas Geoparque Mundial de la UNESCO Sobrarbe-Pirineos

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión