Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El triple perfecto tiene ciencia

Inconscientemente, un buen jugador aplica mucha física al encestar un triple. Parece que los mejores encuentran con la práctica el ángulo, la velocidad y el arco perfectos.

Existe un ángulo, una distancia y una velocidad concretas para el triple perfecto
Existe un ángulo, una distancia y una velocidad concretas para el triple perfecto
Efe

La tensión se masca en el ambiente. La cancha al completo contiene la respiración. Quedan solo cuatro segundos de partido y el jugador que viste la camiseta número 15 está en la posición perfecta para meter un triple. No hay nadie alrededor. Todo depende de su puntería. Exclusivamente de eso. Resopla, coloca las manos, apunta al aro y lanza el balón. ¡Dentro! Su equipo acaba de ganar la final por un punto de diferencia. El éxtasis se desata. “¡Es la magia del basket!”, grita eufórico un locutor deportivo en la radio.

Inconscientemente, la estrella del partido ha aplicado mucha física en su último tiro. Al menos eso es lo que sostiene Gintaras Duda, profesor de Física de la Universidad de Creighton (EE. UU.). Según sus pesquisas, existen medidas concretas para el triple perfecto: colocarse a 6,37 metros de la canasta, dibujar un arco de 45 grados con el balón y lanzarlo a una velocidad de 32 kilómetros por hora. Está claro que el jugador no se mueve por la cancha con cintas métricas ni medidores de ángulos. Pero, instintivamente, parece los mejores triplistas encuentran con la práctica el ángulo, la velocidad y el arco perfectos. Como le debe haber ocurrido al español Pau Gasol, que este año acababa su decimosexta temporada en la NBA batiendo récords con un 53,8% de acierto desde la línea de tres puntos. Más que cualquier otro jugador de la historia. “El triplista más letal”, decían de él los titulares.

Tampoco hay que obviar la importancia de dar efecto al balón. Es decir, de realizar un movimiento de flexión de muñeca momentos antes de que abandone la mano para que la pelota gire en sentido contrario a su avance. La eficacia de este tipo de vueltas tiene que ver con el efecto Magnus, un fenómeno físico descrito por primera vez en 1853 según el cual la rotación de un objeto afecta a la trayectoria del mismo a través de un fluido como el aire. Debido a las diferencias de presión que se generan alrededor del balón, el giro inverso típico del baloncesto origina una trayectoria más bombeada y, por lo tanto, un mayor ángulo de entrada en la canasta. Con la ventaja adicional de que, mientras vira, el balón se mueve más despacio y, en caso de golpear el tablero o el aro, el rebote resulta menos violento. Un detalle importante que aumenta con creces las probabilidades las opciones de 'enchufar'.

Para aumentar el número de tiros acertados, no basta con entrenar y sudar la gota gorda. Varios estudios indican que es igual de importante sentarse a ver vídeos de cómo juegan otros para perfeccionar la técnica. Porque la destreza mejora mucho más rápido que si solo practicamos y practicamos. Es lo que se llama aprendizaje observacional, y según estudios neurocientíficos recientes hay que agradecérselo al análisis que hacen las neuronas de la corteza cingulada anterior de los aciertos y errores de otros.

Seguro que a partir ahora te sientas a ver los partidos del Eurobasket con otros ojos.

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