Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Despacito, un hit también en la naturaleza

No todo en este mundo sucede con una rapidez desmesurada. En la naturaleza existen fenómenos que tienen lugar a un ritmo extremadamente lento, imperceptibles para el ojo humano, y que, gracias al escrutinio tenaz de los científicos, hemos podido identificar y comprender.

Luis Fonsi, intérprete de 'Despacito'
Luis Fonsi, intérprete de 'Despacito'
Efe

Estos días de calor en los que los ritmos se enlentecen y en las radios sigue sonando el hit de Luis Fonsi 'Despacito' —indiscutible canción del verano que se ha convertido en el vídeo más visto en la historia de YouTube— nos pueden servir para ver que no todo en este mundo sucede con una rapidez desmesurada. En la naturaleza existen fenómenos que tienen lugar a un ritmo extremadamente lento, imperceptibles para el ojo humano, y que, gracias al escrutinio tenaz de los científicos, hemos podido identificar y comprender.

Desde procesos geológicos, que trascurren durante millones de años y dan forma a nuestro planeta, hasta animales que se toman la vida con extremada calma, repasamos algunos de estos ejemplos naturales de lentitud.

El movimiento de las placas tectónicas

Nuestros pies pisan tierra firme (o eso es lo que creemos). La litosfera, porción fría y rígida de la Tierra, cuya capa superior es la corteza terrestre, está fragmentada en una serie de placas tectónicas que se desplazan unas respecto a otras, entre 0 y 10 cm por año.

Debajo de ellas se encuentran las distintas capas del manto terrestre, empezando por la astenosfera, formada por materiales dúctiles en estado sólido o semifundidos y sobre la cual se mueven las placas. Aunque sea imperceptible, el movimiento de las placas tectónicas es el responsable de grandes transformaciones a escala geológica y de la mayor parte de los terremotos. Las placas interaccionan y producen deformaciones en la corteza terrestre que dan lugar a la formación de grandes cadenas montañosas como el Himalaya o los Pirineos, en los puntos en los que estas convergen. Por el contrario, la separación de las placas en las dorsales oceánicas produce la expansión del fondo oceánico formándose nueva corteza.

No todas ellas se mueven a la misma velocidad, la placa australiana se mueve mucho más deprisa que las demás, y se piensa que la velocidad de movimiento depende del ancho de la zona de subducción, el área larga y estrecha de una placa que se hunde debajo de otra, en el punto donde estas convergen.

La desintegración radiactiva

Los elementos contienen protones y neutrones en el núcleo atómico y electrones que orbitan a su alrededor. Los átomos de un mismo elemento, pero con un número distinto de neutrones, son lo que se conoce como isótopos, y la mayoría de los que se encuentran en la Tierra son estables. Sin embargo, existen isótopos no estables (radiactivos) que pueden perder protones, neutrones o ambos, emitiendo radiación, y convirtiéndose en núcleos estables. Este proceso se conoce como decaimiento o desintegración radiactiva, y tiene lugar en el tiempo de manera exponencial.

La vida media de un isótopo radiactivo (la cantidad de tiempo que tarda en perder la mitad de su radiactividad) varía, en función del elemento, de millonésimas de segundo a miles de millones de años. El uranio natural (uranio-238), por ejemplo, tiene una vida media de 4.500 millones de años, el plutonio-239 de 'tan solo' 24.110 años y el carbono-14, de 5.730 años. Este último se emplea en arqueología para la datación de objetos que contengan restos de materia orgánica.

La meteorización y la erosión

Las rocas no son inmutables. Expuestas a la atmósfera, al agua o a los organismos vivos, tanto ellas como los minerales que las forman se descomponen mediante un proceso lento y constante que se denomina meteorización. Esta ocurre en el lugar donde se encuentra la roca y no debe confundirse con la erosión, otro proceso natural paulatino, que implica el transporte posterior de los materiales erosionados de la roca por acción de agentes como el agua, la temperatura, el viento, las olas o la gravedad. Ambos fenómenos son responsables de esculpir lentamente la superficie terrestre, casi sin que nos demos cuenta.

La formación de las rocas sedimentarias

El proceso de formación de las rocas es otra muestra del lado paciente de la naturaleza. Como ejemplo podemos tomar el de las rocas sedimentarias, que se forman por la acumulación lenta y constante en los lechos de los ríos o los fondos marinos de materiales procedentes de la erosión de otras rocas. Los materiales se acumulan formando capas horizontales (los estratos), se compactan debido al peso de nuevos sedimentos, y estos se cementan con materiales que actúan como un pegamento que los solidifica y forma la roca. En las rocas sedimentarias es común encontrar fósiles, que no son más que los restos de organismos del pasado o huellas de su actividad, atrapados en el sedimento y que, lentamente, con el paso del tiempo, han sufrido cambios en su composición. Los geólogos y los paleontólogos suelen usar métodos de datación radiométrica, basados en la desintegración radiactiva natural de ciertos elementos, para poner edad a rocas y fósiles.

La evolución de las especies

El estudio de los fósiles recolectados por Charles Darwin en Argentina, una de las etapas de su viaje a bordo del Beagle, sentaron las bases de su teoría sobre el origen de las especies por selección natural. La formación de nuevas especies mediante la evolución de organismos preexistente es otro fenómeno natural que ocurre lentamente. La teoría neodarwinista o síntesis evolutiva moderna, desarrollada en los años treinta, describe la evolución como un proceso lento y gradual de acumulación de pequeños cambios genéticos, producidos por mutación, y regulados por acción de la selección natural. Sin embargo, en los setenta Eldredge y Gould, basándose en observaciones del registro fósil, propusieron un patrón de evolución adicional, en el que se alternan períodos de cambio gradual con otros de evolución más rápida: la teoría del equilibrio puntuado.

Animales campeones de la lentitud

En el reino animal, no todos son tan rápidos como el halcón peregrino o el guepardo. Existe un sinfín de criaturas lentas y la mayoría de ellas han desarrollado adaptaciones para hacer frente a depredadores más ágiles. El más lento de los mamíferos es el perezoso (con una velocidad máxima de 1,6 km/h). Los perezosos tienen un metabolismo extremadamente lento y no pueden regular su temperatura, por lo que su digestión se ve afectada y la comida tarda una media de 16 días a pasar por su sistema digestivo. Aunque no tienen demasiados depredadores, la extrema lentitud de los perezosos les ayuda a camuflarse de ellos. Curiosamente entre los fósiles recolectados por Darwin en Argentina de los que hablábamos, había varios de megaterio, un pariente extinto de los perezosos de mayores dimensiones que un elefante.

Otros mamíferos que se mueven 'despacito' son el koala, el manatí, y el loris lento pigmeo. La becada americana es el ave más lenta; vuela a 8 km/h. Entre los reptiles, destacan las tortugas gigantes de las Galápagos (0,37 km/h) y el monstruo de Gila. El caracol de jardín y la babosa banana son dos de los moluscos más lentos. En los mares, los que se mueven más pausadamente son los caballitos de mar, las estrellas y anémonas. Aunque parezcan inmóviles, estas últimas pueden desplazarse para encontrar lugares con más alimento, a razón de 8 cm por hora.

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