Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La declaración de la Renta o el rescate de las hormigas

En plena campaña de la Renta surge un nuevo eslogan, más allá de que Hacienda seamos todos: olvide la corrupción y piense en las hormigas. Pagan sus 'impuestos' en forma de riesgo y energía.

Las hormigas llevan más de 60 millones de años cuidando y protegiendo sus hormigueros
Las hormigas llevan más de 60 millones de años cuidando y protegiendo sus hormigueros
Sergio Alegre

Ha sido una observación con parecidos pero sin precedentes. En las tierras subsaharianas, las colonias de un tipo de hormiga africana rescatan a sus compañeras heridas tras sus ataques contra las termitas. Como en una suerte de caridad ciega pero solícita y arriesgada cargan con ellas de vuelta al hormiguero, su casa-hospital. Les ofrecen su particular seguridad social.

Las metáforas que nos acercan a ellas empiezan a resultar desbordantes. Se sabía que las hormigas pastoreaban y cultivaban sus tierras. Luego resultó que en sus decisiones latía el germen de la democracia. Ahora parece que cuidan y se sacrifican por sus compañeras desfavorecidas. Que pagan sus impuestos en forma de riesgo y energía. Y que les sale a cuenta. En plena campaña de la Renta surge un nuevo eslogan, más allá de que Hacienda seamos todos: olvide la corrupción y piense en las hormigas.

Una nueva forma de colectividad

Algunas hormigas son agricultoras. Cultivan hongos con los que se alimentan en sus propios hormigueros. Llevan más de 60 millones de años cuidándolos y protegiéndolos.

Otras son ganaderas. Pastorean pulgones resguardándolos y protegiéndolos de posibles predadores, llevándolos hacia hojas frescas donde puedan sorber la savia de las plantas. A cambio, los ordeñan. Los frotan con sus antenas y estos segregan una sustancia llamada ligamaza o 'rocío de miel', un líquido tremendamente dulce con el que las hormigas se alimentan.

Nosotros inventamos la agricultura y la ganadería hace unos 10.000 años.

Y, en general, son democráticas. La decisión del hormiguero es la de la mayoría de sus elementos. Cuando en un experimento se les ofrecía agua con azúcar en dos concentraciones diferentes, unas hormigas preferían la menos dulce y a otras les daba exactamente igual, mientras que la mayoría se decantaba por la más concentrada, la que en un principio se antojaba como la opción más lógica y racional. Sin embargo, cuando estaban juntas todo el grupo se dirigía a esta última, sin excepciones, por encima de preferencias individuales.

Nosotros inventamos la democracia en Grecia, hace menos de 3.000 años.

Toma humildad evolutiva.

Ahora resulta que algunas también tienen su particular sistema de seguridad social. Hay un tipo de hormiga africana que se alimenta casi exclusivamente de termitas. Para conseguirlas salen a cazar en grupo, entre dos y cuatro veces al día. Pero las termitas se defienden con fiereza, y lo normal es que varias hormigas sufran heridas en cada contienda. Algunas morirán, otras perderán algunas de sus patas, y a varias se les quedarán pegadas termitas de las que no podrán deshacerse. La vuelta al hormiguero se convertirá en una odisea lenta y trabada. Serán una fácil golosina para sus enemigas las arañas.

Pero se ayudan. Las hormigas más grandes cargan con las presas conseguidas y con las compañeras heridas. Las llevan de vuelta. Y allí las recuperan: las liberan con paciencia de las termitas adheridas y dejan a las tullidas recuperarse, les dan el tiempo suficiente para acostumbrarse a la vida con una o dos patas menos. El resultado es espectacular: dejadas en soledad, hasta el 32% de las hormigas heridas morirían, pero con el sistema de ayudas apenas hay víctimas. A las 24 horas prácticamente todas están de nuevo operativas, moviéndose a la misma velocidad.

Es un prodigio de coste-efectividad.

De la fuerza y la salud al servicio de la comunidad.

De las feromonas a la empatía

Hablan los científicos del estudio: “Este comportamiento especializado de rescate es inesperado en los insectos, donde el valor de los individuos generalmente está minusvalorado, y podría proporcionar una prueba de que la empatía no es necesaria para hacer emerger un comportamiento de ayuda en los animales”.

La empatía en las hormigas parece llamarse disulfuro de dimetilo y trisulfuro de dimetilo, dos feromonas que emiten como llamada de socorro. Un mensaje automático increíblemente específico, porque no serán rescatadas si la herida es fatal: si una termita ha mordido su cabeza, su tórax, si le ha arrancado más de dos patas.

Pero no se dejen llevar por la poesía, aunque sea química: la naturaleza es pragmática en el fondo. Si se ayudan es porque les sale a cuenta. Cada día nacen unas 13 hormigas en su comunidad y rescatan entre 9 y 15. Si no lo hicieran, correrían el riesgo de desaparecer.

Si nuestra ética y nuestra empatía son fruto directo de la selección natural y la ventaja evolutiva, eso es otro tema para otro lugar.

Porque no es que tengamos que aspirar a convertirnos en un hormiguero, con sus maravillosos aunque un tanto ciegos resultados. Pero sí que la metáfora puede ser inspiradora. Cambien termitas por pobreza, escasez, por falta de infraestructuras. Piensen que sale a cuenta. Y piensen que puede incluirse hasta el elemento de la corrupción: la infección por un hongo parásito (el dinero, el poder) va llenando la cabeza de un tipo de hormigas tailandesas alterando su comportamiento. Las infectadas se desvían de su camino, que se vuelve aleatorio. Y las obliga a morder las hojas de las plantas, las hace contraer sin descanso sus mandíbulas hasta que los propios hongos liberan un veneno que las hace morir. Días después, en ese ambiente tan favorable, salen de la cabeza y liberan esporas para viajar hacia otras hormigas zombies (el dinero es incansable).

La corrupción a nuestro nivel tiene un doble efecto adverso: por un lado desvía fondos de forma directa, por otro desanima al resto de la comunidad a cumplir con su ética obligación. Si a las hormigas les basta con dos feromonas, los sistemas humanos necesitan también de cierto automárquetin. No es descartable pensar que la Seguridad Social ha resistido mejor los recortes por su propia y positiva visión interna, por el orgullo de pertenecer a ella.

La próxima campaña de la Renta no dirá solo que Hacienda somos todos. Dirá que no vamos a ser menos que las hormigas. Pedirá olvidarse de los hongos.

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