Tercer Milenio

Cafetera italiana. L'espresso, a casa come al bar

El fallecimiento, el pasado 11 de febrero, de Renato Ballieti, el responsable de que tu cafetera italiana sea tu mejor aliada matutina; y su particular funeral, con sus cenizas depositadas en una de sus clásicas e icónicas cafeteras, bien se merecen este ‘espresso’ homenaje.

El modelo de cafetera que se exhibe en la sala Siglo XX del Muncyt puede considerarse el equivalente de la época (principios de los cuarenta) a las actuales máquinas Nespresso.
El modelo de cafetera que se exhibe en la sala Siglo XX del Muncyt puede considerarse el equivalente de la época (principios de los cuarenta) a las actuales máquinas Nespresso.
Muncyt

La cafetera italiana, máquina moka o moka express fue ideada en 1930 por Alfonso Bialetti, el padre de las ‘criaturas’ –su hijo Renato y la cafetera–.


Su icónico diseño de sólidas líneas y ángulos rectos elaborado en brillante y pulido metal y asa negra de baquelita atienden al gusto por el diseño industrial imperante en esos años, pasado por el peculiar filtro histórico-cultural-idiosincrásico italiano. Está fabricada en aluminio fundido debido al embargo que el régimen fascista impuso al acero para favorecer el ‘metal nacional’. Su diseño se inspira en un servicio de café de plata popular entre la clase alta del país. Y, según la leyenda, para su mecanismo de actuación, Alfonso se basó en la típica lavadora que utilizaban las mujeres italianas, que consistía en un depósito calentador donde se mezclaba el agua y el jabón, conectado a un estrecho tubo. La mezcla jabonosa, al ser calentada era expulsada, rociando la colada.


Tras años de tentativas, Bialetti consiguió trasladar este sistema a su novedosa cafetera. La base troncocónica octogonal resultaba idónea para soportar las altas presiones que se originaban en el interior al calentar el agua hasta su ebullición. El vapor, debido a la diferencia de presión con la cámara superior, abierta, se veía forzado a ascender por un tubo que le hacía atravesar el reservorio, donde esperaba el café molido y, así, en apenas unos minutos y con un mínimo esfuerzo, se podía degustar un café concentrado, negro, intenso y potente.


Aquello supuso una revolución para los muy cafeteros que, al fin, podían prepararse en sus domicilios un expreso casi idéntico al de las máquinas de café expreso de las cafeterías.


Hasta la irrupción de la máquina moka, el café doméstico era en realidad una infusión que bien se obtenía en un puchero –sistema usual en los países mediterráneos que se mantiene, por ejemplo, en el café de pota típico de Galicia y Portugal o en el café turco– o bien en los percoladores o cafeteras de filtro, que todavía dominan en el mundo anglosajón. Con este último sistema, el agua del depósito se calienta, con lo que asciende a un segundo reservorio donde, al enfriarse y condensar, gotea a través de un filtro que contiene el café para volver al depósito inicial. Un ciclo que permite concentrar el brebaje y mantenerlo caliente al tiempo.


No obstante, la cafetera de Bialetti solo alcanzó su actual estatus con el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando Renato se hizo cargo del negocio paterno convirtiendo el invento de su padre en un clamoroso éxito de ventas que se instaló, para siempre, en millones de hogares de Italia y Europa.


El modelo de cafetera que se exhibe en la sala Siglo XX del Muncyt puede considerarse el equivalente de la época (principios de los cuarenta) a las actuales máquinas Nespresso. Se trata de una estilizada y exclusiva cafetera eléctrica que permite preparar dos tazas de intenso expresso, destinada a sibaritas pudientes, ya que la electricidad todavía estaba llegando o por llegar a la mayoría de las viviendas y, además, y como todo usuario de horno o piedra para cocinar sabe, los aparatos que calientan a través de una resistencia eléctrica, consumen una barbaridad.

LOS TIEMPOS DE MARIQUITA PÉREZ
En 1940 y mientras uno disfrutaba de un café bien cargado recién preparado en su flamante máquina moka, podía leer en la prensa que la compañía estadounidense Motorola había creado el comunicador portátil o walkie talkie. Que Karl Landteiner descubría el factor sanguíneo Rh. Que en California, y gracias al empleo de los novedosos ciclotrones, McMillan había sido capaz de sintetizar el primer elemento transuránico, el neptunio, dando comienzo así a una frenética competición por producir, siquiera durante unos segundos, elementos superpesados. Que también se había descubierto el isótopo radiactivo carbono-14, clave para el sistema de datación que siete años más tarde desarrollará Willard Libby. O que Piotr Kapitsa acababa de formular la teoría de la superfluidez.


En España, Federico Cantero Villaamil por fin conseguía patentar su Libélula Viblandi, el primer helicóptero monorrotor. Y de la mano de Leonor Coello, nacía la inolvidable muñeca Mariquita Pérez.


Miguel Barral es técnico del Muncyt.


Sección realizada con la colaboración del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT).

 
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