Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Cuando tu propia supervivencia entra en juego

Te proponemos una sopa de letras que puede encerrar la clave de tu propia supervivencia y de la de toda la especie.

Sopa de letras 1
Sopa de letras 1

En esta sopa de letras se ocultan ocho animales diferentes. Encuéntralos y anota sus nombres en estricto orden de aparición. Tus respuestas pueden encerrar la clave de tu propia supervivencia y de la de toda la especie.

Cuando tu propia supervivencia entra en juego

Si te preguntas qué relación puede existir entre un pasatiempo y algo tan serio como la supervivencia, sigue leyendo:

El miedo o pánico a las arañas y a las serpientes es un temor considerado 'universal' en el sentido de que la práctica totalidad de los seres humanos lo experimentan en mayor o menor medida. Un miedo que para un 5% de la población de los países desarrollados se convierte en una fobia patológica que llega a condicionar su vida.

Hasta ahora existía el debate de si esta respuesta era innata o aprendida. Es decir si nacía con uno, se heredaba en los genes o bien se adquiría a través de la experiencia, testimonios y advertencias de nuestros prójimos. Hasta ahora. Científicos del Instituto de neurociencias Max Planck de Leipzig y de la universidad de Uppsala han confirmado que se trata de una respuesta innata o heredada.

¿Cómo? 'Enfrentando' a bebés de hasta seis meses de edad –que, por descontado, nunca se habían visto expuestos a ninguno de estas alimañas- a imágenes de distintos animales y plantas. Constataron así que ante la exposición de una araña o serpiente los bebés exhibían una repentina dilatación de la pupila –una importante e inequívoca señal de que el cerebro activa sus alertas, léase, el sistema noradrenérgico, que controla la actividad de toda una serie de neurotransmisores-. Reacción que no tenía lugar cuando se les mostraban imágenes del mismo tamaño y color pero de otras especies. Y una respuesta que estudios previos habían demostrado que tampoco se daba al presentar a bebés imágenes de otros animales que asimismo invitan (a un adulto) a poner pies en polvorosa. Ni tampoco ante objetos peligrosos como cuchillos o jeringuillas sobre los cuales advertimos machaconamente los padres a nuestros retoños.

La conclusión alcanzada por los autores del experimento es que el miedo a arañas y serpientes es un mecanismo derivado de la evolución y surgido como consecuencia de que la coexistencia del hombre con ambos animales se remonta al origen del ser humano (y mucho antes). Desde hace unos 40-60 millones de años. Mucho más tiempo, en escala evolutiva, que con otras especies tanto o más peligrosas y ante las que, por tanto, nuestra especie no ha tenido tiempo de desarrollar una respuesta de esta naturaleza.

Experimentemos

Es momento de retomar el experimenten de partida: del mismo modo que una imagen activa las alarmas incluso en los bebés; y también de igual manera que, se sabe, el simple grito o voz de “¡araña!” o “¡serpiente!” induce una respuesta análoga en los adultos; cabe preguntarse si esa respuesta evolutiva, ese instinto, está tan implantado en nuestro cerebro que incluso se dispara al detectar el peligro “por escrito”.

La sopa de letras 'primigenia' sirve, en primer lugar, para poner a prueba esta hipótesis. Y, partiendo de ella, intentar confirmar los resultados del estudio. Suponiendo que la araña y la serpiente, aún apareciendo por escrito, deberían ser detectadas en primer lugar.

¿Ha ocurrido así en tu caso?

Finalmente, estas dos sopas de letras se presentan como un test para cuantificar cuán afilado es este instinto (esta instintiva respuesta). En cada una de ellas se esconde un único animal. Ballena y serpiente respectivamente. Cronometra cuánto tardas en localizar a una y otra.

Cuando tu propia supervivencia entra en juego



 

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