Alicia, oftalmóloga: "Me hace feliz ir de voluntaria a Camerún. Recibes tanto que no es un sacrificio"

La oftalmóloga del Hospital Clínico Alicia Idoate, de 28 años, dedicó este año parte de sus vacaciones a revisar y operar a decenas de personas que viven en situación de pobreza en Camerún. Lo hizo de la mano de la primera expedición de la Fundación Ilumináfrica a este país africano.

La oftalmóloga del Hospital Clínico de Zaragoza, Alicia Idoate, durante su voluntariado como médico-cooperante en Camerún.
La oftalmóloga del Hospital Clínico de Zaragoza, Alicia Idoate, durante su voluntariado como médico-cooperante en Camerún.
A. I.

Alicia Idoate, pamplonesa afincada en Zaragoza, acababa de terminar su residencia en el Hospital Clínico cuando le surgió la oportunidad de viajar como cooperante a Camerún. Lo hizo de la mano de la Fundación de médicos aragoneses Ilumináfrica, dedicando parte de sus vacaciones a revisar y operar a adultos y niños en situación de pobreza.

“Me enteré a través del trabajo. Los médicos que crearon la asociación pertenecen al Clínico y tenía contacto con ellos. Siempre que veía a Enrique Mínguez le insistía en que me llevará allí”, cuenta entusiasmada esta joven médica.

Así, al acabar su formación el pasado mes de mayo, ella y varios compañeros se embarcaron en abril en la primera expedición rumbo a Camerún. “Fuimos para llevar material y ver el sitio. Los primeros días veíamos a la gente; decidíamos quién era operable, por quién podíamos hacer algo. Por la mañana estábamos en quirófano y por la tarde pasábamos consulta”, relata.

La “desigualdad” que encontró al llegar allí fue una de las cosas que más le impresionaron, aunque este no era su primer voluntariado. Cuenta que de estudiante había estado en Calcuta (India), y recuerda que el impacto fue mayor, por ser la primera vez que se enfrentaba a una realidad tan distinta. “Te da rabia. Sabes a lo que vas y lo que te vas a encontrar, pero impresiona porque dos días antes estás viviendo aquí acostumbrado a una normalidad que allí no es tal. De pronto, lo que tú consideras básico allí son privilegios. Realmente cuando vas a estos sitios, y a mí es lo que más me gusta, es que al final ganas tú. Vuelves y te das cuenta de la suerte que tienes”, afirma.

Hospital de Ebomé-Kribi

El Hospital de Ebomé-Kribi, donde colaboran con la asociación española que lo fundó, es un pequeño centro rural de las afueras de Kribi, una ciudad costera del sur de Camerún, que cubre las necesidades básicas de la población. Empezar a trabajar allí ha sido relativamente “fácil” para los médicos de la fundación porque tenían ya un hueco. “De Oftalmología teníamos el quirófano montado por la expedición anterior, pero no hay nadie de continuo. Ahora allí hay una matrona, un cirujano general y la gente formada que lo lleva. La expedición nuestra es el único acceso a oftalmólogos que tienen”, explica Alicia.

Todos los aparatos que hay allí –desde el microscopio quirúrgico para operar al material oftalmológico (lámparas de hendidura, el binocular, las lentes…)- los envían los médicos de Ilumináfrica, fundación aragonesa que se financia gracias a donaciones. “Nosotros dependemos mucho de aparatos, y se hace mucho, porque se hace mucho, pero queda mucho por hacer”, remarca.

Un ‘feedback’ muy especial

El umbral de la queja también es muy diferente de un sitio a otro. Así lo indica Alicia, acostumbrada a los servicios de Urgencias del hospital, donde al acudir gente que por lo general tiene todas las necesidades cubiertas, las reacciones a menudo son muy diferentes. “Lo que más vemos en Camerún son cataratas y gente que viene ciega por glaucoma. Aquí, como la sanidad está muy avanzada, no llegamos a esos niveles de patología. Pero allí que nunca les ha visto un médico… Igual han estado un día y medio de viaje para que les pongas solución a su problema, pero les dices que no puedes hacer nada y se dan media vuelta con su lazarillo dándote las gracias. La gente es mucho más agradecida porque no están acostumbrados a tenerlo. Recibes un ‘feedback’ muy especial, y los que trabajan allí tienen también mucho mérito”, subraya esta oftalmóloga, quien ha hecho amistad con su grupo y mantiene todavía el contacto con varios de ellos. En particular, guarda el recuerdo de una niña, la hija de una de las trabajadoras del hospital a la que cogió mucho cariño durante su estancia. “Le hicimos la típica revisión y estaba bien. Se pegaba todo el día en la puerta esperando a su madre (porque no tienen para canguros), pero estaba muy bien tratada. A raíz de una óptica que se quedó sigo preguntando por ella, y me gustaría repetir. ¡Ojalá pueda! Se lo recomiendo a todo el mundo”, afirma muy contenta.

De África se lleva una gran experiencia, y su recuerdo más preciado es una lección de vida. “Hoy puedo ser mucho más feliz aquí no solo por haber ayudado, sino porque el mero hecho de estar te hace apreciar todo lo que tienes. Allí les faltan cosas que a ti nunca te van a faltar. La felicidad es una actitud y el voluntariado te ayuda a darte cuenta de que con todo lo que tenemos aquí, deberíamos vivir todos más contentos”, añade.

La gente, su gratitud y la sonrisa de los que vuelven a ver es el mejor regalo que Alicia se trae de este viaje al que todos los sanitarios que van dedican parte de sus vacaciones. “Mi idea es volver a ir porque ahora mismo no tengo ninguna obligación y no me supone mucho gastarme esos 15 días… A mí me hace feliz ir allí. Recibes tanto que realmente no es un sacrificio. Allí están haciendo mucho. Ves la sonrisa de la persona a la que estás poniendo las gafas y te cambia la cara. Yo operé a una chica de 30 que estaba ciega por la diabetes y cuando nos fuimos tenía un 50% de visión. Le daba para leer y para todo… Esa sensación, ya solo por eso, te compensa el viaje”, cuenta con una sonrisa.

- Leer otros testimonios.

- Participa en el IV Concurso de Microrrelatos solidarios Ilumináfrica.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión