El arte de lograr el equilibrio imposible

Síndrome ‘burnout’, depresión posvacacional, estrés laboral... La vuelta a la rutina siempre cuesta, pero ¿se trata de un estado temporal o responde a una etapa de estancamiento permanente?

Más de la mitad de los trabajadores que sufren estrés desarrollan otras enfermedades.
Más de la mitad de los trabajadores que sufren estrés desarrollan otras enfermedades.

No paramos. Viajes, ruidos, contaminación, tecnología, el gimnasio, las extraescolares de los niños... Existen una gran cantidad de elementos que indudablemente tienen mucha influencia en los estados emocionales y la salud. No obstante, hay uno que destaca sobremanera por encima del resto: el trabajo. Según la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud Laboral, el estrés afecta a más de la mitad de los trabajadores europeos. Un dato preocupante al que se añaden las posibles consecuencias que pueden derivarse de esta alteración física o psíquica de un individuo por exigir a su cuerpo un rendimiento superior al normal, entre las que se encuentran una mayor irritabilidad, ansiedad, trastornos del sueño, hipertensión, arritmias, contracturas musculares, fatiga, alteraciones del sueño o dermatitis. Otra de las cifras significativas en este sentido recogidas por la institución es la de que solo el 22% de los sujetos que sufren estrés laboral son conscientes de ello.

Una serie de situaciones que, a menudo, se considera que pueden ser superadas con las ansiadas vacaciones. Pero, con el mes de septiembre, llega la vuelta a la rutina, la cual a menudo está acompañada de la denominada depresión posvacacional, que produce en numerosas personas una sensación de tristeza, apatía, falta de energía o motivación al incorporarse al trabajo. También es común la aparición del conocido como síndrome de ‘burnout’, que es ese estado de agotamiento que tiene consecuencias en la autoestima. Es el proceso en el que las personas pierden interés en sus tareas y viven una situación de estrés continuado tal en su empleo que les puede llegar a desmotivar e incluso incapacitar tanto laboral como socialmente.

Aunque todas estas situaciones puedan parecer temporales, diversos expertos apuntan que en ocasiones puede tratarse de algo más complejo y profundo que precisa de un cambio de hábitos y de ejercitar la mente con el fin de sobrellevar el día a día de manera apropiada y conseguir así un equilibrio que parece imposible: disfrutar del tiempo libre y trabajar sin sentir angustia.

La difícil tarea de sobrellevar el día a día

El psicólogo estadounidense Herbert Freudenberger fue el primer profesional en empezar a investigar el ‘burnout’ o síndrome de quemarse por el trabajo, en 1974. "Fue debido a la irrupción de la precariedad en los puestos de trabajo, al aumento de la tecnología y a la progresiva deshumanización en los ámbitos laborales, que derivaron en una sobrecarga distresora (es decir, de carácter negativo) en los trabajadores", señala Fernando Rosel, doctor en Psicología y especialista europeo en Psicoterapia. "Esto produjo una alta despersonalización, embotamiento emocional, sentimiento de incompetencia, alta frustración, reducido rendimiento, insatisfacción y descontento, abriéndose una brecha demasiado honda y tóxica entre las condiciones y sobreexigencias laborales y la valorización de las personas", explica. El profesional añade que esta circunstancia condujo a que las personas se desvalorizaran a sí mismas, a los demás e incluso a la propia vida, lo que favoreció que se contrajesen enfermedades mentales y psicosomáticas.

Con el paso de los años, se han establecido las diferentes etapas por las que pasa un individuo que padece ‘burnout’: entusiasmo, estancamiento, frustración y apatía. Concretamente, se suele pasar de una ardiente exaltación al más profundo desencanto, desvalorización y falta de rendimiento. Rosel considera que el número de personas que lo padecen estaría en torno al 20% de la población, pudiendo aumentar en ámbitos como el sanitario, la enseñanza o las fuerzas de seguridad.

Numerosos autores han investigado este concepto en las cuatro últimas décadas. Según Ayala Pines, experta psicóloga en el estudio de agotamiento, el síndrome se suscita cuando el sujeto fracasa en su búsqueda de sentido existencial mediante el trabajo y surge en personas con alta motivación laboral y elevadas expectativas de generar un cambio en la sociedad. Por su parte, otra de las mayores investigadoras en esta cuestión, Cristina Maslach, estableció en su día que el ‘burnout’ tiene una naturaleza tridimensional: agotamiento emocional (cansancio desgaste, pérdida de energía...) despersonalización (además de actitudes de irritabilidad, agresividad, impaciencia, cinismo, suspicacia e intolerancia) y reducida realización personal (pérdida del sentimiento de competencia e idoneidad profesional, desmotivación o abandono de tareas).

Ante la gravedad de estos síntomas, organizaciones como el sindicato UGT han pedido que las patologías provocadas por el estrés laboral se reconozcan como enfermedad profesional. Según cifras de la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, el 72% de los trabajadores atribuye el estrés a la inseguridad laboral, el 66% a una carga de trabajo excesiva y un 59% a situaciones de acoso o intimidación.

Los posibles remedios

A pesar de los avances que se han logrado en los últimos años, no parece haberse dado con la tecla que permita acabar con este desasosiego, una cuestión que, en gran medida, depende de la naturaleza de nuestro sistema nervioso a la hora de reaccionar ante estímulos distresores continuados y de nuestros sistemas de creencias aprendidos, "que son como los programas que van a leer de una determinada manera, más o menos amenazante y trágica, los acontecimientos que vivimos", apunta Rosel. Para combatir esta situación, "debemos huir tanto del optimismo ingenuo como del pesimismo fatalista, instalándonos en un optimismo realista, además de aprender a detectar las primeras señales para afrontar de inmediato el proceso del síndrome de quemarse por el trabajo", explica.

Desconectar cada día la mente, con breves momentos de relajación o meditación, encontrar tiempos de diálogo con personas no tóxicas –"para que no anide dentro de nosotros la basurilla diaria"–, no tratar de solucionar el distrés (estrés negativo) con ejercicios extenuantes o con bebidas, comidas, tabaco u otras drogas son algunas de las soluciones que este experto señala para hacer frente a estas situaciones, ya que recurrir a ellas, en un medio y largo plazo, "aumenta más si cabe nuestra sensación de vacío y descontento", añade.

"El cielo vacacional"

Ante una situación de estrés constante, "agravada por los tiempos convulsivos que vivimos y porque todo sucede a tal velocidad que a veces es difícil digerir los cambios con la rapidez que se nos exige para procesarlos", las vacaciones se perfilan en numerosas ocasiones como la única vía de escape, pues parece que alejarse de la realidad que nos aflige en el día a día es beneficioso tanto para la salud mental como física.

Para conocer lo real de esta afirmación y descubrir los efectos que los periodos vacacionales tenían en la población, la Asociación Americana de Psicología realizó un estudio en el año 2001 con 87 obreros manuales, donde comprobó que los niveles percibidos de estrés durante las vacaciones eran inferiores a los vividos durante la jornada laboral, si bien es cierto que, transcurridas unas cuatro semanas, la sensación pre-vacacional volvía a aparecer. "A veces, de manera equivocada utilizamos las vacaciones laborales para seguir incrementando nuestra dosis de distrés, en vez de para restarlas o eliminarlas, –explica Rosel-. Una agenda excesivamente repleta de actividades programadas para las vacaciones, junto a cambios drásticos en el tipo y horario de alimentación y de patrones de sueño-vigilia, no nos dejan recuperar bien la maquinaria mental ni física, y seguimos bloqueando e intoxicando el sistema cuerpo-mente".

El conocido como síndrome posvacacional, banalizado por la mayoría de la población con la vuelta a la rutina, "se produce por dicotomizar en exceso la vida laboral de la vida del ocio y de la contemplación. Indudablemente también tiene su punto de conexión con todo lo dicho sobre el síndrome de quemarse en el trabajo, y es un aspecto indicador de estar al menos en los inicios de ese proceso", añade el experto.

Para evitar o revertir esta situación, Rosel señala que hay que aprender "a cerrar la brecha entre el infierno laboral y el cielo vacacional, viendo algo de positivo en lo primero y no llevando al extremo la idealización de lo segundo". Una de las claves para dominar este concepto pasa por "aprender a ver cada día como una expresión de vida en tiempo reducido, en la que tan solo unos minutos pueden convertirse en unas pequeñas vacaciones, donde nos sintamos bien y aprendamos a desconectar de nuestro procesador mental, tan insaciable por lo tóxico". "De no saber o ser capaz de hacerlo, siempre está el recurso de acudir a aprenderlo con profesionales de la terapia psicológica", concluye.

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