Los aditivos alimentarios se utilizan solamente para mejorar alguno de los aspectos del alimento, como son el tiempo de conservación, la mejora del sabor, del color, de la textura etc., según se explica desde la Agencia Española de Consumo, Seguridad alimentaria y Nutrición (AECOSAN).

Su propósito, por tanto, es tecnológico, pues sin ellos no sería posible la comercialización de muchos de los alimentos que hoy en día están disponibles en el mercado porque no superarían las distintas etapas de fabricación, transporte o almacenamiento.

Los aditivos se nombran mediante un código compuesto por una letra (que si son de la normativa europea es la letra 'E') seguida de tres cifras; la de las centenas hace referencia al tipo de aditivos, clasificados en los siguientes cuatro grupos: colorantes, conservantes, antioxidantes y estabilizantes. Las otras cifras corresponden, además de al aditivo, a la familia y a la especie.

El hecho de que un aditivo tenga asignado una letra E da garantías de que el aditivo ha pasado controles de seguridad y que ha sido aprobado para su uso en la Unión Europea, tal y como certifican desde Aecosan.

¿Qué aditivos hay que evitar?

Hay aditivos cuyo consumo se aconseja restringir que se encuentran especialmente en los productos precocinados. De hecho, desde Quirónsalud se señalan ciertos conservantes que pueden tener efecto carcinógeno y que están contraindicados para los pacientes oncológicos:

E-230, E-231 y E-232. Se aplica en la pulpa de los cítricos. E-239. Únicamente permitido para evitar el hinchamiento del queso provolone. E-284. Se aplica como conservante en caviar. E-249 (nitrito) y E-250 (nitrato). Se usa para el curado de productos cárnicos, para dar estabilidad al color y para el gusto carácterístico de la salazón.