Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Los investigadores estudian el sudor para combatir a la mosca negra

Este estudio facilitará la implementación en el futuro de algún tipo de cebo o nueva tecnología contra estos molestos insectos.

Un especimen de mosca negra, muy ampliado por una lente.
Un estudio pionero analiza en Aragón la química que atrae a la mosca negra
Aránzazu Navarro

A los métodos tradicionales para combatir a la mosca negra, especialmente activa en el Valle del Ebro, se suma ahora un estudio sobre el sudor humano y de diferentes animales para conocer qué les atrae a cada una de las distintas especies de este insecto.


Este estudio facilitará la implementación en el futuro de algún tipo de cebo o nueva tecnología contra estos molestos insectos, ha explicado a los medios Ignacio Ruiz, investigador en parasitología del Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (Cibir), en el marco del VII Simposio Internacional de Simúlidos que se celebra esta semana en Zaragoza.


La investigación sobre el comportamiento de la mosca negra es importante, ya que en España habitan diferentes especies de este insecto y cada una presenta distintos niveles de agresividad, pican por distintas causas y lo hacen a diferentes especies, es decir, no todas atacan por igual a los humanos, ni a los distintos animales.


Estos avances se unirían a la lucha actual, que según Ruiz "está clara", y se lleva a cabo gracias a una espora de una variedad de la bacteria "baccilus thurigiensis", que se vierte en el agua y que el propio río se encarga de expandir aguas abajo.


Las larvas reciben esas esporas, que son inocuas al medio ambiente y solo afectan a mosquitos y mosca negra, y les crea un desequilibrio interno que les provoca la muerte en un plazo de 24 a 48 horas.


La problemática de la mosca negra en España se remonta a hace 20 años, cuando comenzó a comportarse como plaga y ha desarrollarse masivamente en ciertos cauces, aunque siempre estuvieron presentes en los ríos diversas especies de estos simúlidos.


Los primeros problemas se dieron en el valle del río Ter, en Girona, así como en los ríos Flumen y Alcanadre, en los Monegros, para posteriormente pasar al Ebro en su parte catalana y de ahí al resto de la cuenca.


Otra de las zonas más afectadas es la del Bajo Cinca, donde por primera vez se están realizando tratamientos con "buenos resultados", ha añadido Ruiz.


Pero no es un problema exclusivo del Ebro, ya que también existes en otros ríos de Madrid, Andalucía, Extremadura o la Comunidad Valenciana, aunque debido al mayor caudal del Ebro, la mosca negra encuentra más sustratos y tiene una capacidad mucho mayor de criar.


Se ven ayudadas con la proliferación de macrófitos, unas algas que sirven de sustrato para que las larvas de los simúlidos se puedan desarrollar, algo que se agrava por la anchura del Ebro, que favorece una mayor presencia.


Ruiz ha reconocido que, pese a que no se ha estudiado en profundidad, todo apunta a que hay una menor contaminación química de las aguas, pero, a la vez, más orgánica procedente de los regadíos, que sirve de alimento a la mosca negra.


A su vez, el río está mucho más transparente y posibilita el desarrollo de los macrófitos y, lo que unido a las temperaturas más benignas de los últimos inviernos crea un "cóctel" muy propicio para la proliferación de estas especies, ha advertido.


En este simposio, que reúne a una treintena de expertos en el estudio de la mosca negra procedentes de doce países, se profundizará en el control, la ecología, el comportamiento, la taxonomía o las molestias causadas por estos insectos.


Mario Alberto Rodríguez, profesor del Instituto Politécnico Nacional, explicará cómo consiguió erradicar en su país la oncocercosis, enfermedad presente en América Latina y África transmitida por la mosca negra y la segunda que más ceguera causa.


Tras 25 años de lucha, el año pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) certificó que México era un país libre de oncocercosis, que continúa siendo un problema en las zonas amazónicas de Venezuela y Brasil, ha indicado.


En el caso mexicano, a la aplicación de larvicidas en los lugares de crianza y la comunicación sobre la enfermedad, se sumó la donación de un medicamento por parte de una compañía farmacéutica en los años noventa.


Con el paso del tiempo, estas moscas ya no podían alimentarse y sus larvas acababan muriendo de viejas.


Asimismo, fueron desapareciendo tanto la ceguera como los múltiples problemas que provocaba esta enfermedad en la piel, como el envejecimiento prematuro, la pigmentación o la despigmentación y la mosca negra, aunque sigue ahí, ya no transmite la enfermedad.


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