​La vida del niño sigue.... también en el hospital

Muchos profesionales acompañan a los pequeños y tratan de normalizar su estancia en el centro y su aprendizaje.

Una de las habitaciones de niños del Hospital Infantil de Zaragoza decorada.
Una de las habitaciones de niños del Hospital Infantil de Zaragoza decorada.
Asier Alcorta

Pasar días, semanas o meses en un hospital puede ser una dura experiencia, en especial si se trata de niños. Normalizar su vida durante el ingreso es el objetivo de médicos y otros profesionales que se vuelcan en humanizar estos centros para que los pequeños no pierdan la conexión con el exterior.


"Intentamos normalizar su vida, que se puedan comunicar por internet con sus compañeros de clase, con sus amigos, trasladar su casa al hospital para que se sientan en un ambiente menos agresivo", señala a Efe el doctor Javier Cobas, subdirector gerente del Hospital Materno-Infantil La Paz.


En esa tarea juegan un papel muy importante Sergio Peña y Eduardo Velay, profesores de una de las dos escuelas de este centro hospitalario, que cada día dan clase a niños de infantil y primaria para que, cuando reciban el alta, se puedan incorporar sin problema a sus respectivos colegios.


Ambos, junto con las dos profesoras de secundaria, reciben todas las mañanas a los niños ingresados, especialmente los de larga estancia, como Marta.


Esta pequeña de 11 años, de Mérida, que lleva desde enero en este hospital, es uno de los 240 niños ingresados -70 de ellos neonatos- y, aunque la estancia media es de cinco días, se puede alargar meses cuando se trata de pacientes oncológicos o sometidos a trasplante.


Hace tres años Marta fue diagnosticada de un linfoma linfoblástico y en abril sometida a un trasplante de médula. Durante los cuatro meses que lleva en este hospital, ha acudido al colegio todos los días, salvo cuando su estado no se lo ha permitido como cuando estuvo aislada tras la intervención.


"Me gusta, me lo paso bien y los profesores son muy divertidos y organizan muchos juegos", explica Marta, que tiene claro que de mayor quiere ser "maestra de infantil" y que, según asegura su profesor, es una buena alumna, "muy aplicada".


No obstante, echa de menos a su hermana pequeña, su casa, sus amigos y también el colegio, con el que, de alguna manera, sigue en contacto a través de sus maestros de La Paz.


"La idea es que los niños puedan continuar con su proceso educativo, que puedan ser evaluados y tener una continuidad en la educación que están recibiendo", señala Sergio. Para ello, los profesores intentan que trabajen exactamente con los contenidos de sus respectivos colegios, lo que logran estando en constante contacto con los responsables de esos centros.


El colegio "es el vínculo único con la realidad que tenían antes. Estos niños pasan de tener una vida normal a estar aislados y lo que intentamos es que no pierdan el contacto", asegura.


Para garantizarlo, cuando por circunstancias de su enfermedad los niños están encamados y no pueden desplazarse al aula reciben clase en su propia habitación.


En esta escuela también hay recreo, pero como "no podemos salir al patio, aprovechamos ese tiempo para realizar juegos de mesa", explica Eduardo.


Con la tarde llega la hora del juego y el tiempo de los voluntarios: trescientos en total que se turnan cada día para arrancar una sonrisa a estos pequeños o sorprenderles con un truco de magia y enseñarles manualidades.


Baloncesto, teatro, tenis, talleres de creatividad o conciertos son algunas de las actividades que también ofrece el hospital a los niños ingresados dentro de ese afán por "humanizar" la estancia de los pequeños.


Estos momentos son los que aprovechan los padres para salir a dar una vuelta y tomar aire fuera del hospital porque en todos los casos uno de los progenitores, fundamentalmente las madres, permanecen las 24 horas del día junto a sus hijos.


Es el caso de la madre de Marta, Sonia, que está "a pensión completa" en el hospital mientras su marido, Carlos, se aloja en un piso de una organización extremeña que ayuda a familias en esta situación.


A pesar de la dureza de la enfermedad o precisamente por ello, la relación entre las familias es especialmente estrecha. "Nos apoyamos unos a otros porque estamos todos en la misma situación. Comemos juntos y nos contamos el mismo rollo de siempre, lo que nos ha dicho hoy el médico...", comenta Sonia.


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