La empatía social, a prueba en un experimento de Unizar

Los resultados podrían influir en el ámbito clínico, al estar relacionados con patologías que muestran déficits en los mecanismos de empatía social.

Casi un centenar de personas participaron en este experimento colectivo de la Universidad de Zaragoza
La empatía social, a prueba en un experimento de Unizar

La dirección de la mirada, la expresión facial o los movimientos corporales ayudan a interpretar los pensamientos o el interés que está poniendo una persona en un momento dado de su conversación con otra. Sin embargo, hay toda una serie de señales que no percibimos conscientemente, pero que informan también a nuestro cerebro de que ambos interlocutores participan de un diálogo común. 


Para analizar las bases de estas funciones congnitivas y avanzar algunas de las claves que explican cómo interactuamos socialmente, la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza ha impulsado esta semana un experimento científico colectivo financiado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT).


En él participan un centenar de personas que interactuaron a través de una aplicación virtual construida para detectar y analizar este tipo de mecanismos psicológicos. El proyecto ISAAC, cuyos miembros pertenecen a uno de los grupos fundadores del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A), busca comprender los mecanismos, la organización y los principios operativos del comportamiento adaptativo en sistemas naturales o artificiales.


A través de una aplicación virtual construida para evaluar este tipo de interacciones, los participantes interactuaron por parejas durante varias sesiones a través de una aplicación virtual compartida. Cada participante recibía un estímulo en el momento en que su cursor se cruzaba con algo durante su movimiento. Los sujetos podían cruzarse con dos tipos de elementos: el cursor real de otro participante o un programa que imitaba ser un humano.


Los resultados provisionales reflejan que, sin ninguna información adicional e interactuando con dos señales idénticas, el sujeto es capaz de identificar cuándo la interacción establecida es con el humano. Y la razón, según indican los investigadores, es que "somos capaces de detectar ciertos elementos comunicativos que se refieren a las contingencias de la interacción y que nos permiten identificar que una comunicación real se está produciendo". Estos están relacionados con diversos aspectos de coordinación (como el tiempo entre respuestas, la repetición de patrones, la coordinación entre estrategias de movimiento, etc.). "Aunque normalmente se producen en situaciones de interacción cara a cara, tal como se ha probado, pueden activarse en situaciones artificiales", indican los responsables del proyecto. Esta información inconsciente permite a su vez a los interlocutores construir patrones de interacción comunes que les hacen regular mutuamente sus acciones.


A juicio de los investigadores de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de Zaragoza, los resultados tienen un interés muy destacado en el ámbito clínico, en relación con patologías que muestran déficits en los mecanismos de empatía social: "hay hipótesis que señalan que la base de algunos trastornos lingüísticos como la ecolalia (caracterizado por la repetición semiautomática y compulsiva de las palabras o frases emitidas por el interlocutor imitando su entonación original), las sociopatías o el autismo pueden tener sus fundamentos en términos de alteraciones de este tipo de mecanismos de percepción y movimiento, lo que impediría a los sujetos generar mecanismos de empatía social y de reconocimiento del otro", indican.


En este contexto, los miembros del proyecto ISAAC se muestran optimistas y consideran que los resultados de este experimento científico "pueden proporcionar datos de interés en el ámbito clínico", concluyen.


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