Una lección inesperada

XII Concurso de relato breve de Heraldo
XII Concurso de relato breve de Heraldo

El calor parecía haber paralizado todo aquella tarde de verano, salvo mi propia agitación. Llegaba tarde como siempre y corrí con todo el ímpetu de mi juventud hasta la parada. Fue entonces cuando lo vi, sentado a la sombra de la marquesina. Era un anciano de piel morena y arrugada, enjuto y con cabellos blancos. Fumaba pausadamente un cigarrillo negro mientras contemplaba con sus ojos grises los lejanos escarpes del Ebro. Las caladas eran lentas, pero tan leves que apenas consumían el tabaco. Todos sus gestos traslucían armonía y dominio. Pasó el 21 de largo. En ese momento, giró la cabeza con parsimonia y me observó durante unos segundos. Su mirada tranquila parecía absorber el mismo ser de las cosas sin devorarlo y como desentrañando su sentido pleno. Al llegar el 35, me subí; él siguió sentado. No esperaba al bus, simplemente vivía el momento. Años después, al rememorar aquella escena comprendí que fue un viejo del barrio Oliver el que me enseñó sin palabras el concepto de Kairós.

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