La orquesta atacó los compases de una música sensual. Una chica rubia, alta, y rebosando curvas, apareció en el escenario y comenzó a quitarse prendas. Ya se había despojado del sujetador, cuando se encendió una luz roja en candilejas. Cayó el telón con rapidez pero ya era demasiado tarde. Diez o doce policías uniformados de color gris aparecieron repentinamente y se distribuyeron en el recinto, bloqueando todas las salidas. Dos de ellos subieron al escenario y retuvieron a la stripper que, a duras penas, se cubría con las manos sus pechos desnudos. Los espectadores fueron obligados a desalojar la sala y a algunos les fue requerida la documentación.

Ramón y Brigitte, su amiga francesa, salieron anonadados a la calle Boggiero. Ella le preguntó qué había pasado, por qué había entrado la policía, a quién buscaban… no entendía nada. Ramón se lo explicó como pudo; el desnudo femenino, el strip-tease, estaba prohibido en España. En el Oasis casi siempre había policías de paisano.

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