Prosopopeyas
Las casas se visten con trajes blancos y con pañoletas verdes.
San Lorenzo se despierta, abre los ojos como platos y envía guiños a todos sin la parrilla.
En las fiestas toda la ciudad es una prosopopeya: la cabeza de Huesca enloquece y precisa un psiquiatra, las calles brincan, algunas rotondas son ombligos verdes donde duermen los jóvenes, las albahacas de los balcones se desternillan, los Porches corren buscando la jarana de las peñas, las estatuas de Dédalo y la de la Morena abrazan a los ancianos sin robarles nada, los bares alargan los brazos y colocan jarras de cerveza en las bocas de los sedientos, las fuentes beben cubatas y gin-tonics y emborrachan a los resecos, el estadio de El Alcoraz lanza fuera del campo balones con ilusión de pasar a primera sin los pies de los azulgranas, los relojes no pueden despertarse por las mañanas por ser trasnochadores, la Catedral alza su único brazo al cielo y se despereza
