Salduie

Mis antepasados corrieron libres durante siglos por el amplio valle sedetano que domina la vieja Salduie. No hubo fiesta o evento en los que no fueran los protagonistas ya fuera para celebrar una victoria militar o bien para demostrar el fervor y la devoción hacia nuestros dioses ancestrales.

Para los pequeños augurios, los oráculos se contentaban con la contemplación del vuelo de las aves, el patear de las gallinas o el estudio de sus hígados y los de otras humildes bestezuelas.

Pero hoy es un día grande. Un día que será recordado los siglos venideros. El nuevo imperio que se adueñó de la vieja ciudad íbera pone la primera piedra de la urbe a erigir a mayor gloria de su emperador César.

Y, merecidamente, yo he sido el elegido. Mi estirpe estará orgullosa de mí.  Suenan fanfarrias y chirimías. El aroma a incienso y mirra fluye entre la multitud. El cuchillo ritual ya ha sido afilado.

A mi lado se oyen voces latinas.

- El altar de sacrificio ya está engalanado. Traed al toro

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