Contradictoria serendipia

Asustado, tembloroso, sudando a raudales por el exceso de abrigo, el adolescente atravesó a toda prisa el portazgo bajo la mirada reprobatoria del guardia. Tras interminables estancias, y para su alivio, un agradable olor a jazmín inundó sus pulmones, mientras un fabuloso zaguán de arcos, naranjos y prodigiosas filigranas de piedra, se abrió embriagador ante aquellos ojos nerviosos.

Allí se encontraba reunido el grupo que estaba buscando.

“¡Usted, el tardano!”. La voz dejó al joven petrificado. “Estaba explicando que el gran sabio zaragozano, el musulmán Avempace, se inspiró en este lugar para escribir algunos de sus más prodigiosos ensayos. Tome, por favor, léanos este magnífico pasaje”.

Vacilante, el atemorizado Ibrahim tomó el escrito que le ofrecía la guía. Así, ante los complacidos turistas del palacio de la Aljafería, el adolescente leyó y siguió leyendo, y conforme leía su mano fue aflojando el percutor del mortal cinturón de explosivos que llevaba adosado al cuerpo.

Lea todos los relatos que participan en el concurso.

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