De mis soledades vengo

El Moncayo soplaba con fuerza en Zaragoza. María había recogido a sus niños del colegio. Casi a las 11 se oyó el sonido de la llave en la cerradura.

María se puso a temblar, él iba bebido y, tambaleándose, gritaba soeces. Y no solo la insultó, sino que le alzó el brazo dándole un golpe.

Un Policía le dijo: "señora, por su bien, creo que debe denunciar a su esposo, porque usted está en un peligro grave así como sus hijos".

María le hizo caso e ingresó en un centro en situación secreta de Zaragoza. Cuando salió fue a dar gracias a la Virgen del Pilar con una sensación rara: se sentía sola.

Sí, era un sentimiento desagradable. Una soledad que no se evita solo por un “estar juntos o en compañía, porque la más nociva de las soledades es la de dos en compañía que procede del desamor”.

No amar y no sentirse amado, eso es la soledad.

Pidió ayuda a un centro de Zaragoza y encontró en él calidez, esperanza, compañía y solución a su problema, porque los buenos amigos son la mejor medicina.

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