La vuelta

Entré por el Portalet. Después de diez año fuera, esperaba encontrar mi tierra muy distinta a la que dejé. Efectivamente: había edificaciones nuevas, carreteras diferentes e instalaciones en lugares que me parecían imposibles.  Visité sus ciudades y encontré cambios estructurales además de gentes de países lejanos que, no sospechaba que habitaran en ellas.

Cuando de lejos divisé mi pueblo, lo vi también cambiado. La torre de la iglesia seguía en su sitio, pero a su alrededor, habían desaparecido edificios y se habían construido otros. Bajé del coche de línea y en el banco de siempre, vi que estaban los centinelas. Esos maravillosos personajes de edad indefinida que vigilan, día a día, quien viene y quien va. Uno de ellos se quedó mirándome y solo dijo:

—Ya era hora que volvieras, perillán.

En ese momento  fui consciente de que mi tierra había cambiado de vestimenta, pero su alma era y seguía siendo Aragón.

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