Demasiado tarde

Se lo había regalado hacía años. Comprado tras una búsqueda por todo el comercio de Monegrillo, creyó que aquello podría ser la llave de la felicidad. Pero ella nunca quiso tomarlo en serio y solo - no bien lo hubo observado con cierta desconfianza - lo introdujo en uno de sus cajones, donde compartió el espacio con guantes y demás prendas que suelen permanecer guardadas de por vida.


Él fuera de haber preguntado dos o tres veces por el regalo definitivamente lo olvidó.


Pero fue en aquel viaje a Zaragoza, que ella pensó que quizás pudiera ser una buena ocasión para usarlo.


Desdobló con todo cuidado el fino baby dall, que por tantos años había mantenido guardado. Luego se dirigió hasta la alacena y extrajo la botella de brandy. Se sirvió en una pequeña copa. Tras esperar algunos minutos se dirigió a la recámara familiar. A desnudez completa se calzó la sensual prenda y luego se asomó primero y después entró al dormitorio.


Amor – llamó y luego procedió a dar unos pasos acordes al sentido de la prenda. El anciano, que dormitaba, abrió apenas los ojos y luego se dio vuelta para seguir durmiendo.

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