De Mediano a Zaragoza

Los fantasmas del pasado se asomaban en su mirada, como muestra de todo lo que había perdido hace ya mucho tiempo atrás. Aquello que siempre había llamado hogar, aún sin sentirlo realmente hasta ese momento, se ahogó bajo un ataúd de aguas cristalinas, dejando a su paso el espectáculo más sobrecogedor que había visto en su vida. Belleza y muerte se unieron en una danza de perdida y cenizas. Pureza y dolor jugaban con arduos años de trabajo. Y después nada.


Todo lo que había conocido hasta ese momento desapareció, y lo único que databa de su existencia fueron recuerdos de personas como ella, personas asustadas pero fuertes; capaces de empezar de nuevo. Ella se elevó desde la nada, luchando con feracidad por su supervivencia mientras en la noche lloraba la pérdida sufrida. Y aunque cambió de ciudad, cambió de aires y de vida, la esencia de su alma siempre perteneció a aquel pequeño pueblo; un lugar que mi abuela recorre todavía, cada día, en sus sueños.


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