Razón de ser

Las sirenas ya venían silbando por Gran Vía, rompiendo el brillo del atardecer con su luz. Allí, subido a la estatua del Justicia, recordaba el día en el que la había encontrado, cuando era aún un crío que jugaba solo en un parque.


La había recogido y escondido en un bote en lo más profundo de su habitación, para que sus padres no se dieran cuenta. Su vida había sido mucho más divertida a partir de entonces, sobre todo por sus bromas.


A veces, le metía todos los zapatos en la bañera, o llenaba el paseo de la Independencia de cebras iridiscentes siempre que iban a pasear. Pero ella crecía con él, hasta que llegó un momento en el que se hizo imposible de ocultar. A partir de entonces todo el mundo había intentado quitársela de encima, llegando a amenazar con encerrarle si no se deshacía de ella. Y, al final, lo consiguieron. Lograron acabar con su locura, con su alegría y con su vida.


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