Fuego interior

Intentaba resistir, alcanzar mi meta. Al igual que la llama de una vela que intenta alzarse y crecer, brillar con más fuerza. Zaragoza me rodeaba, veía pasar cada una de sus esquinas a mi alrededor. El cierzo también se hacía presente. Se empeñaba en apagar mi pequeña llama y que acabara parándome en seco de una vez por todas. Pero no iba a rendirme tan fácilmente. De repente encontré la fuerza que buscaba, el último impulso. Aquella llama que estaba a punto de apagarse se encendió como si llevara mucho tiempo conteniéndose. Su luz iluminaba toda la ciudad. Su calor arropaba a todos los ciudadanos. En pocos segundos empecé a correr como nunca antes lo había hecho. El final ya estaba demasiado cerca. La emoción inundaba aquella larga avenida de Zaragoza. El sudor se deslizaba por cada una de las partes de mi cuerpo. La vista se me nublaba y mi mente viajaba de vez en cuando a otro lugar e instante. Sin embargo mis pies seguían corriendo, como si de la misma muerte estuviesen huyendo.


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