Ciudad Cálida

Elegí para mi Erasmus un destino al sur. Pretendía dejar atrás la lluvia y las gélidas temperaturas de mi Inglaterra natal. Pero no imaginaba yo, al aterrizar en Zaragoza, el frío que iba a pasar.

***

Bajo la escalera, con un café caliente entre las manos, le doy los buenos días al portero.

–¡Hasta luego, maña! –contesta con una sonrisa.

Pongo el primer pie en la acera, ajusto mi bufanda y emprendo mi camino. Al girar la esquina, el cierzo atraviesa mis cuatro capas de ropa. Pego un sorbo a mi café –todavía caliente– y entro a la panadería de Pilar.

–¡Buenos días, Alice! ¿Lo de siempre? –me pregunta con su calidez habitual.

–Sí, gracias. Hace frío hoy –comento mientras entro en calor.

–Alguna voladica viene, sí.

Pilar me entrega mi napolitana. Vuelvo a la calle. No me lo explico: por muy abrigada que vaya, nunca es suficiente. Después de cuatro meses aquí sigo sorprendida por la amabilidad y el trato que recibo. A pesar del frío, me alegro de haber elegido la capital del cierzo.


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