Mi viaje

Mi cuerpo volvió a quebrarse por el dolor, esta vez no sería capaz

de soportarlo, había llegado el momento de despedirse.


Una voz firme me ordenó, como si fuera el mismísimo Palafox

“vamos maña no te rindas, piensa en algo bonito”.


Mi cara borró la grotesca y perpetua mueca del sufrimiento y mis

labios esbozaron una sonrisa, que hubiera envidiado Goya para su

maja.

Cerré los ojos y empecé mi viaje…


Como una elegante dama, subí a un tren en la majestuosa estación

de Canfranc, fui reina por un día en el castillo de Loarre, reflejé mi

pálido rostro en las cristalinas aguas de los barrancos de Guara y

hasta creí estar en otro planeta en Aguarales de Valpalmas.


Me atreví a desafiar a un cierzo enfurecido, por no encontrarme un

cabello que despeinar.


En ese mismo instante, me invadió una nueva oleada de dolor y

pensé que tenía que seguir luchando…


Este viaje no se había acabado.