La noche de San Juan

Bajo las estrellas de aquel cielo sereno se respiraba paz, la luz que reflejaba la efímera luna en el centro del embalse, hacía vislumbrar que aquella noche no sería una más. La breve pero intensa tronada del recién inaugurado verano había dejado húmeda la suave hierba entre los pinos y algún que otro chopo algo desorientado.


De entre mis pensamientos surgió una luz con figura femenina que parecía emerger del agua y acercarse a mí, me elevó el mentón y me besó. Aproximó su cabeza a mi oreja y me susurró que fuera con ella, y con un gesto ascendente con la mano confirmó lo que acababa de sugerirme.


Hipnotizado la seguí hasta la orilla, donde se detuvo para que le confiara mis manos y la acompañara, mi cabeza sabía que debía decir no, pero el corazón se impuso sobre la razón. En aquel momento, resonaron las campanas sumergidas de Mediano, la celestial figura desapareció ante mis ojos, y se evaporó dejando tras de sí un gran destello plateado, que me sumió en la soledad, de nuevo.