Rojo y blanco

Me desperté y en la almohada había mucha sangre, en la mesilla una nota. Sospeché lo que había ocurrido y esa dichosa nota lo confirmó. Laura amaba la nieve, si era pura mucho mejor; solía inspirarla para inspirarse unas tres veces al día. Me vestí lo más rápido que pude y salí a por ella. Hacía una noche de perros en Zaragoza; se había juntado el habitual cierzo, la lluvia y una temperatura demasiado gélida para un día de finales del mes de abril lo que provocaba una sensación glaciar horrible.


Mientras recorría la calle Alfonso hacia Espoz y Mina sólo me encontré con autómatas alargando el fin de semana.


Creí ver a Laura en el portal de siempre, donde solía disfrutar de sus particulares partículas blancas, pero no, no era ella. Maldije, sospeché que podría haber ido al barrio de Delicias así que opté por tomar un taxi e insté al chófer a que volara…pero llegué tarde, sentada el en portal estaba Lau, con la cabeza entre sus piernas, y su orificio nasal sangrando abundantemente.


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