La huida

Era su tercera jornada de camino desde que abandonó apresuradamente su casa, de noche en silencio, sin un adiós, sin un hasta pronto. Hacía unas horas que había atravesado el último núcleo urbano antes de alcanzar la frontera y se estaba echando la noche. Le hubiera gustado estar al otro lado de la misma y sentirse a salvo pero levaba nueve horas caminando y necesitaba descansar.


Dado que no encontraba ninguna borda o estructura similar donde cobijarse, Fabián buscó un sitio al abrigo de unas rocas y allí decidió pasar la noche. Era mitad de octubre y el frío empezaba a apoderarse de estos parajes del Pirineo. Encendió primeramente un pequeño fuego para calentarse y a continuación sacó un poco de comida del bolsillo lateral de su mochila que devoró al instante. Después se preparó un pequeño lecho de hojas para estar más confortable. Se tumbó, se arropó con una manta y encendió un cigarrillo.


Afortunadamente la mirada fija en el fuego pudo distraer su mente durante el tiempo que tardó en dormirse. Necesitaba también descansar de sus recuerdos aunque. era una lástima que el fuego no los pudiese convertir en cenizas ya que allí mismo los hubiera arrojado.


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