Vivía en Conde de Aranda

Vivía en conde de Aranda, por lo que cada día debía adentrarse por la calle de Gómez Salvo hasta llegar a la sede del Gobierno de Aragón donde desempeñaba labores de limpieza. Llevaba cincuenta años en esa zona y no había superado el que su madre la dejase depositada en el torno de la Inclusa de la Diputación Provincial, por lo que cada vez que dejaba atrás la plaza de toros y llegaban hasta sus retinas las paredes de aquel edificio achaflanado y de portada clasicista, notaba un nudo en el estómago acompañado de nauseas intermitentes.


No podía entenderlo.


Después llegaría la vida en el orfanato, un matrimonio desgraciado, tres hijos a quienes dar de comer y el ejercicio de la profesión más antigua del mundo en la calle de Pignatelli. Ahora la vida la trataba de manera diferente, pero como si fuese un castigo eterno, el destino le obligaba a pasar todos los días por la Antigua Maternidad, aguantando nauseas, vómitos y mareos. E intentando saber cómo serían unos padres que nunca conoció.


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