En el desierto de los Monegros

Donde ahora mis pies aplastan el negro, en la oscura extensión que abarca todo lo que mi vista puede observar, antes habían extensiones infinitas de árboles. Y, al igual que un cáncer, la arena le ha ganado la partida a lo que me rodea.


Vine aquí porque por dentro me sucedía igual que a este desierto. No creo poder ganar la batalla, y se me llenan los ojos de tristeza al observar que existe un lugar único que puede mostrarme lo que en mí ocurre. No sé si podré volver en otra ocasión, pero sería una pena que todo esto cambiase.


Dentro de la muerte que encierra, existe una vida que aún resiste. Una piedra blanca en medio de esta amargura, de este erial deprimente, que, sin embargo, encoge al corazón mostrando la belleza de la desolación incompleta.


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