Adiós

Después de compartir varios años con quién creí que era mi alter ego, llego el angustioso momento de poner un punto y final a nuestra historia. Estaba decidido, me marchaba.

Abrí mi decrépita maleta, y seguidamente, con el corazón encogido, llené a un ritmo pausado cada hueco con mi indumentaria, que antaño, guardé junto a la suya. Los recuerdos me emborronaron los ojos, y mientras recogía mis enseres, las lágrimas mojaban mi triste rostro.

Toda la felicidad que había vivido junto a él, en aquel diminuto apartamento junto al Pilar, había estado disfrazada, y ahora, solamente era capaz de sonreír tras una máscara, cubriendo así mi decepción.

Cerré la maleta con fuerza, deje una carta sobre las sábanas, que días antes habían sido testigo de aquel funesto amor, y huí de aquellos recuerdos encerrados con paso firme, decidido.

Caminé hacia la parada de autobús, con la suerte de que el cierzo estaba en tregua. Miré al cielo, sonreí. Por fin salía el sol en Zaragoza.



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