Dulce canela

A las cloacas de la ciudad de Huesca fue a parar Canela, una vieja osita de peluche cuya mirada era oscura como la noche de su desaparición. Canela lucía un vestido rosa con lunares blancos. En su pie derecho destacaba su nombre bordado, mientras que su otro pie lo cubría un elegante zapato.


Canela se preguntaba si Dulce, su dueña, la estaría buscando aquella fría noche de enero. Habían compartido cinco años de sus vidas, desde que Dulce salió del hospital San Jorge. Dulce lloraba porque había perdido a su mejor amiga. Cuando Dulce se convirtió en mamá, decidió crear una empresa de reciclaje de peluches, sólo aceptaba ositos, osos llenos de vida y de historias. Sólo así, se podría crear uno con el corazón de Canela. Eran ositos especiales, porque cada hilo de su bordado, cada lunar del vestido procedían de miles de ositos. Canela no murió, sino que gracias a ella, nacieron miles de nuevos ositos con su gran corazón, para hacer felices a niños y niñas de Huesca, España y el mundo.


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