Querido alcalde

Querido Alcalde:

Yo, el Justicia de Aragón, he estado descansando en mi tranquila tumba desde que morí y un 22 de octubre de 1904 me despertaron y me pusieron en el centro de Zaragoza.


La verdad es que no pensaron mucho en mí, desde aquel día tengo unas agujetas en el brazo que casi no lo siento. Esto mismo le pasa a mi amigo el emperador Augusto, pero su caso es peor, ya que se encuentra de pie. Me podrían haber puesto en una posición más cómoda como a Goya. Además me encuentro solo, no tengo con quien hablar, no como los cuatro sabios del Paraninfo. A ver si se te ocurre como mejorar nuestra situación.


Por lo menos, me encuentro en el centro y he visto el gran cambio de esta ciudad y sus buenas gentes, un ejemplo claro ha sido el quita y pon del tranvía. Menudo lío me habéis hecho. Aunque mi día favorito del año, te confesaré, que es el día en el que los baturros van de ofrenda a la Virgencica del Pilar, precioso.

Me siento muy orgulloso de ser aragonés.


Tu querido amigo,

El Justicia