La ventana

Abrí los ojos sintiendo el frío cierzo que se colaba por la ventana y me asusté. Mi mente estaba borrosa, como sin poder recordar nada. Un dolor intenso recorrió mi entraña y tuve la necesidad inmediata de salir de casa; absorta y aturdida recorrí las calles de Zaragoza..


Acabé así en la plaza del Pilar, llena de gente, con el murmullo y bullicio de siempre pero tan sola y más vacía que nunca. Recordé la llamada de teléfono del hospital. Quise gritar mirando al cielo pero no pude...


Mis ojos se inundaron de lágrimas sin que nadie las secara. En ese instante, lo asumí: ya no estabas para cerrarme la ventana cuando viniera el cierzo.