Un buen recuerdo

Observó el puente de piedra que tantas veces había cruzado.


Ambos leones le aguardaban, protectores de su camino. Anduvo hasta mitad del puente. Se apoyó en el muro de su izquierda saboreando la luz que acariciaba su rostro y el viento que mecía su pelo.


Se alzó encima del muro. Ya lo había pensado antes. La sensación fue indescriptible. Supo que las miradas le invadían pero no importaba, ahora solo importaba ella.

La respiración se le agitó y comenzó a escuchar el latido del corazón dentro de sí.

Respiró hondamente y sonrió. El sol se despedía de ella con los últimos rayos de luz en su rostro, el cierzo le empujaba violentamente hacia atrás deseando evitar lo inevitable y a su izquierda la belleza del Pilar con sus múltiples torres le hizo pensar.

Eran su cierzo, su puente y su Pilar. Era su ciudad. Cerró los ojos aferrándose a esa última imagen en su mente mientras una lágrima se deslizó por su mejilla izquierda.

Ella saltó formando con su lágrima parte del río.