Tarde gris

En esa tarde gris, corriendo por los Galachos de Juslibol hacia el Castillo de Miranda.

En esa tarde gris decidimos seguir corriendo. Hacía un temporal muy fuerte.

Acostumbrados a la belleza de los árboles cuando atravesamos estos bosques corriendo, aquel día, el cierzo se había convertido en un viento huracanado, acompañado de una oscuridad infinita, cuando debería de salir el sol que hacía que, al más valiente de nosotros, le atravesase el miedo como si una espada penetrara de arriba abajo por todo nuestro cuerpo. Pero decidimos seguir hacia delante.


Conocedores del secreto, decidimos seguir teniendo fe por una vez más, y agachándonos y cubriendo nuestras caras con las manos y brazos, impulsábamos nuestras piernas hacia delante, acompañados por esa fuerza que siempre nos acompaña en cada una de nuestras salidas.


Lo difícil de correr en estas condiciones es que cada zancada parece que levantases una fuerza mucho mayor a la habitual; lo difícil de estas zancadas, es que notas que tu cuerpo quizás no pueda resistirlo; pero seguimos hacia delante.