Huída

Por allí pasó 'El Aragonés', ya que fue cueva de bandoleros. Ahora los lobos la miran, con ansia de guarida. Situada entre dos peñas, ni siquiera la luz del sol al amanecer la alumbra.


Huele a húmedo. No se explica cómo el agua de un manantial cercano, discurre hasta su interior, haciendo brotar una hilera de arbustos que tapan el acceso. Ya dentro, flores silvestres de colores se abren, al recibir los escasos rayos. Hay que entrar a gatas sin rozar una fila de estalagmitas, pendientes del techo. Bajo éste, se extiende un pasadizo de tierra.


Al avanzar por él, un grupo de murciélagos choca contra el intruso y radia sonidos, detectando su presencia. Asustados buscan la salida.

Y por fin, una laguna fluye sobre el lodo. No hace mucho había peces, que ahora muertos se amontonan en la orilla.


El croar de las ranas hace revolotear a los pájaros, y no les permite posarse. Algunos planean hasta el hueco superior, intentando escapar.


Los zorros encaramados en los riscos, acechan a la vez que olfatean hambrientos. Quieren descender en busca de comida, pero aquí el aire es irrespirable. En este paraíso, todo lo vivo huye.