Sin título

Al dar un paseo un atardecer, me chocó el ver dos figuras en la acera, una de ellas alta con un móvil en la mano hablando airadamente mientras la otra pequeña, permanecía inmóvil como si no fuera con él. Conforme me iba acercando, veía las caras de estupor de los demás viandantes, incluso una niña se llevó la mano a la boca con horror ante la impresión de lo que acaba de ver.


La cara quemada, la piel cuarteada del pequeño, su andrajoso aspecto que hacía que se te congelara el aliento, contrastaba con la indiferencia del sujeto que conversaba despreocupado ante la estupefacción de la gente y del desgraciado individuo que hierático disponía su mirada hacia el oscuro infinito.


Ahora me tocaba a mí, estremecido mirar a ambos... el artista afincado en Zaragoza, consigue con inimitable genialidad esculpir visiones apocalípticas del ser humano. Mediante texturas y capas transmite algo parecido al terror cotidiano que nos rodea, y que invisible pasea a nuestro lado sin llamarnar la atención.