Ofrenda

Las dunas ardían bajo sus pies pero ellos seguían su camino. El amanecer estaba cerca y la noche anterior no había refrescado. Dabí comenzó a ajustar a su hijo la túnica, protegiéndole sobre todo la cara, manos y pies. Ésta era la primera vez que el joven abandonaba el refugio de su clan; estaba especialmente ansioso por sentir el calor abrasador de esa bola ardiente que sus mayores denominaban sol.


Dabí revisó el mapa e indicó con un gesto a Uc que debían reemprender la marcha. No habría pasado ni media hora cuando los primeros rayos del sol comenzaron a despuntar. Uc quedó maravillado por la intensidad de aquella luz, completamente distinta a la producida bajo tierra. Dabí sonrió, recordando el primer viaje que hizo con su padre. Transcurrido un kilómetro hizo parar a su hijo, reconocía claramente aquel lugar. Con sumo cuidado sacó de su zacuto un libro y una rosa y los depositó sobre la arena. Inclinando la cabeza dijo: “Caesaraugusta, a día de hoy sigues siendo recordada”.