Raíces

-¿Nos vamos?


Marta escuchaba a su padre con la miraba ausente y pensativa, en dirección a la Torre del Agua. Se giró para mirar a Laura mientras esbozaba una amarga sonrisa. A sus tres años, su hija jugaba ajena al cambio que se iba a producir en su vida. Sabía que era lo mejor para las dos, pero no podía evitar que una mezcla de tristeza y angustia se le clavara en el corazón.


Cogió a Laura en brazos y, tras una mirada nostálgica a su habitación, respondió.


-Vamos.


Cuatro horas después, Laura dormía apoyada sobre las piernas de su madre en el autobús que une el aeropuerto de Munich con la ciudad. Sin trabajo estable, había tomado la decisión de aceptar una oferta en el extranjero y empezar una nueva vida.

A través de la ventanilla del autobús contempló pensativa a unos jardineros arrancar de la tierra un árbol muerto. Sabía que irse era la decisión correcta, pero no pudo evitar sentirse como ese árbol. Fuera de su tierra y sabiendo que sus raíces nunca volverían a crecer en ella.