Trece al sol de... Eros Jaca Valero

"¿El menú perfecto? Pasta, vino e ir a bailar salsa luego"

Eros Jaca Valero (Zaragoza, 1988) es violonchelista. Se formó en Zaragoza, Berlín y ahora estudia en Madrid con Ralf Gothóni. Este viernes actúa en el Foro Romano.

Eros Jaca, violonchelista, foto de archivo.
Eros Jaca, violonchelista

1. ¿Qué hace un intérprete en verano?


Aprovecha para coger fuerzas para el siguiente curso, aunque los artistas no podemos dejar de practicar temporadas largas, por lo que tampoco hay muchísima diferencia con el resto del curso. La disciplina es indispensable para un músico.



2. ¿Dónde suele veranear?


Más bien de playa, ya que el calor te roba energía y te asegura que no tienes fuerza para caer en la tentación de ponerte a practicar.



3. O sea que la playa no se lleva bien con la música...


Veranear es saber decir “stop”. Es un objetivo difícil y requiere mucha fuerza de voluntad, pero si ayudan las circunstancias externas puede conseguirse.



4. ¿Qué hace diferente al resto del año? ¿Cuál serían sus pequeñas manías veraniegas?


Me encanta ir a la piscina más cercana, tomar el sol y nadar relajadamente. También, cuando se puede, un buen partido de fútbol con los amigos es indispensable. Otra manía personal es dejar el violonchelo encerrado bajo llave entre una o dos semanas; a veces resulta harto difícil.



5. ¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida?


He tenido la suerte de que la música me ha llevado a muchos lugares, pero quizá escogería las vacaciones navideñas que se convirtieron en mi mejor verano. Siempre recordaré la gira de conciertos por China que hice a los diecisiete años con la EGO: estuve en Zibo, en el norte del país a casi bajo cero; luego, tras 2.000 kilómetros en tren, actuaábamos en Guangzhou, Jiagmen y Nanhai bajo temperaturas estivales. Aproveché para comer serpiente, visitar monasterios zen y comprar la última tecnología. Es curioso como conviven los diferentes estratos sociales: nidos de chabolas en la falda de los principales rascacielos. Fue una experiencia fantástica, a veces incluso radical. Había ciertos barrios donde se advertía con un cartel carente de sensibilidad lo que te ibas a encontrar: gente inmigrante con malformaciones, como descendientes de las bombas nucleares de la Segunda Guerra Mundial en Japón. Todo esto te enseña a valorar dónde vives, a pesar de muchas cosas.



6. El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Fue también la época del descubrimiento de la música?


Sinceramente no recuerdo en qué momento descubrí la música. Me lleva acompañando casi toda la vida. Sí es verdad que muchos de los mejores momentos los he disfrutado en un curso de música o en un encuentro de orquesta, donde haces lo que más te gusta y además conoces gente nueva. Siempre he pensado que descubres diferentes rasgos de la música conforme vas adquiriendo nuevas experiencias.


7. ¿Cuál es su mejor recuerdo, el que más lo persigue?


Todos, alguna vez, tenemos días redondos, y quizá uno de ellos fue en el Curso de Música de Lucena, cuando tenía catorce años. Estaba preocupado porque tenía que tocar ‘Kol Nidrei’ de Max Bruch en uno de los conciertos del Festival del curso. Allí se encontraba la chica que me gustaba, por lo que un buen concierto significaba más posibilidades de poder conquistarla. Me subí al escenario. Cientos de ojos estaban pendientes de mis movimientos. Ni los nervios fueron capaces de truncar ese concierto...



8. ¿Qué lecturas realiza en estos días? ¿Cuál sería el menú perfecto de un día ideal?


Suelo leer el artículo de Arturo Pérez-Reverte en ‘El Semanal’ y actualmente sigo las viñetas basadas en la época de la Guerra de la Independencia. También estoy al tanto de las noticias deportivas, por si hay algo que festejar; las noticias económicas prefiero no mirarlas para no deprimirme. En mi menú perfecto siempre está la pasta, sea cual sea la variante, acompañado de un vino de verano, para luego ir a bailar un poco de salsa. He intentado no pasarme porque tenía que preparar el concierto que doy hoy en el Festival del Foro Romano con el pianista Ángel Gracia Guallar.



9. ¿Un fetiche, un instante, un concierto de un verano inolvidable?


Escuchar en vivo a la Mahler Chamber Orchestra. La escuché hace un mes en el Festival de Aix en Provence, Francia, y fue la mejor experiencia acústica que he tenido. Verdaderamente inolvidable.



10. ¿Cuál ha sido el gran personaje de sus vacaciones?


El agua siempre es el gran antídoto al calor.



11. ¿En qué han cambiado los veranos con Internet y con la crisis?


En parte, creo que gracias a Internet las noticias vuelan, estés en España o en Rusia; así sabes cómo se van desarrollando las cosas en tu tierra. Por el contrario, quita tiempo de compartir físicamente momentos con tu gente, por lo que te pierdes algunas de las mejores experiencias de la vida. La crisis se nota mucho y la percibo incluso en el Paseo de la Independencia cuando está repleto de gente, al contrario que otros veranos. Da mucha pena que la mala gestión y la incompetencia de unos tengamos que pagarla todos.



12. Si tuviera que resumir el verano en un ‘tuit’ de 140 caracteres, ¿qué diría?


El verano que se intentó salvar con los Juegos Olímpicos y solo duró hasta el Europeo de fútbol.



13. ¿Cuál es la mejor, la más extraña o sorprendente anécdota veraniega vinculada a su profesión?


Recuerdo hace unos años cuando fui a colaborar con la Orquesta Juvenil ‘Simón Bolivar’ en Caracas y conocí el sistema de orquestas implantado por el maestro Abreu. Se recogen a niños marginados por la sociedad y se les da una oportunidad mediante la música. Estando allí nos presentaron a un coro de cinco jóvenes ciegos que, para deleite nuestro, nos interpretaron una habanera. Siempre pensé que para transmitir en la música hay que tener experiencias vividas, y para las cuales es bastante importante el sentido de la vista. Qué equivocado estaba, pensé mientras escuchaba a estos invidentes cantar, y llegué a la conclusión de que para ver hay que hacerlo con el corazón.