Heraldo del Campo

Un año después, el veto ruso sigue alterando los precios para los agricultores aragoneses

Pese a haber amortiguado el golpe, el sector frutícola sigue afectado por un conflicto que poco tiene que ver con el mundo agrario.

Protesta de los agricultores aragoneses para pedir ayudas por el veto ruso
Han repartido más de cinco toneladas de melocotones, paraguayos, peras y nectarianas

Hace ya un año que el primer ministro ruso Dimitri Medvedev, bajo la tutela de Vladimir Putin, ordenaba el cierre de sus fronteras a la gran mayoría de productos frescos procedentes de la Unión, EEUU, Australia, Canadá y Noruega como respuesta a las sanciones internacionales por su intervención en Ucrania.


A casi 4.000 kilómetros del Kremlin, la noticia caía como un jarro de agua fría sobre el sector agrario aragonés y, especialmente, sobre los productores de las más de 38.000 hectáreas de frutales que guarda la Comunidad. Solo en los dos años anteriores se habían exportado rumbo a Moscú más del 30% de la producción de nectarinas, melocotones o paraguayos, las variedades que más implantación habían tenido en el campo aragonés precisamente para cubrir la demanda del mercado ruso, el que más capacidad adquisitiva había ganado en los últimos años.


Los efectos entonces no se hicieron esperar. En agosto, y debido a la sobreoferta de fruta y el atasco generalizado en el mercado europeo, el precio de algunos productos como el melocotón se pagaba de media al agricultor a 0,17 euros el kilo, muy lejos de los 0,50 euros que alcanzaba en el mercado en el mismo mes de solo un año antes. Ahora, y pese a la prolongación del veto ruso desde finales del junio, los precios han repuntado algo en comparación a los catastróficos valores del 2014, pero siguen siendo insuficientes para un sector que el año pasado ya salió especialmente trasquilado.


“Los precios siguen siendo irrisorios”, señala Vicente López, fruticultor de La Almunia y representante del sindicato Uaga en el sector. Él, como tantos otros, se ha acostumbrado a la “inestabilidad” que trajo el cierre de la frontera euroasiática, aunque reconoce que las circunstancias han mermado la rentabilidad de unos productos que en 2014 iban camino de convertirse en uno de los más pujantes del campo aragonés.Menos producción y más demanda, pero la ecuación no cuadra para subir los precios


Con todo, la prolongación del veto ruso de este año (algo esperado por otra parte) no ha sido tan dramática como el año pasado. En aquella ocasión la noticia cayó con una de las mayores producciones de fruta dulce de los últimos años y poco tiempo de reacción. Ahora, la cosecha de este año se espera que no supere los más de 600 millones de kilos del 2014, y poco a poco se van abriendo nuevos mercados. Además, la ola de calor de julio parece haber elevado en primera instancia el consumo de fruta en toda Europa.


Sin embargo, pese a la menor producción y el aumento de la demanda, la simple ecuación que produciría un aumento de precios no se está cumpliendo en el sector agrario. “Hay muchas variedades donde no se están llegando a cubrir los costes de producción todavía, y eso, a largo plazo, sí que puede ser un problema enorme”, señala López, recordando que el varapalo del año pasado ya dejó muchas explotaciones tocadas y endeudadas.


Por eso, los agricultores aragoneses piden que se empiecen a hacer efectivas las órdenes de retirada de frutas que ya han avalado el Ministerio y Europa. El año pasado también llegaron, aunque “tarde y mal”, recuerdan, y en esta ocasión esperan que no suceda lo mismo y se actúe antes de que se acentúe aún más la caída de precios. Además, esperan que los créditos blandos que puso en marcha la DGA y que esta semana se están solicitando se ejecuten con prontitud.


No en vano, los datos sobre el precio de la fruta -de cuyo escaso repunte también culpan algunos sindicatos agrarios a las grandes distribuidoras- ya dejaron el año pasado evidentes signos de flaqueza: Mientras en 2013 la exportación de fruta de hueso dejó en Aragón 96,2 millones de euros por 112.000 toneladas exportadas, el verano del veto ruso lo obtenido fue prácticamente lo mismo (96,4) pese a exportar 14.000 toneladas más. Todo ello redundó en unas pérdidas cercanas a los 40 millones de euros, según las valoraciones realizadas en primavera por el anterior Ejecutivo, de las cuales, 25, correspondían al melocotón.


Con todo, el sector se va moviendo en busca de nuevas opciones internacionales, especialmente a países del golfo pérsico. Una opción que serviría para mitigar el efecto de la ausencia del consumidor ruso, aunque aún se presenta de modo incipiente. “Abrir un mercado nuevo cuesta mucho tiempo, y también está la duda de qué pasará una vez se abran las fronteras rusas”, explica Ignacio Domingo, gerente de la Asociación de Industrias Agroalimentarias de Aragón (AIAA) en referencia a las alternativas que ha estado buscando Rusia para llenar el propio vacío de exportadores que se generó. “Sin duda alguna, el cierre de Rusia ha sido un enorme contratiempo, y a pesar de que ahora han perdido cierta capacidad adquisitiva, siguen siendo un gran mercado. La prueba es la contracción de precios que ha provocado el veto”, señala.

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