Heraldo del Campo

Inundados de pérdidas tras las crecidas del Ebro

Según la Asociación Española de Fabricantes de Alfafa, de las 17.000 hectáreas de cultivo de alfafa de la rivera, casi 6.000 han quedado inundadas por el río.

Las explotaciones ganaderas tienen que sumar los cuantiosos destrozos en las granjas a la muerte de animales.
Las explotaciones ganaderas tienen que sumar los cuantiosos destrozos en las granjas a la muerte de animales.
A. A.

Hortalizas, alfalfa, cereal... Vacuno de leche, de carne, porcino... Buena parte de la variada producción agrícola de la fértil ribera del Ebro ha sido arrasada por el río o está bajo el agua. Comienzan a peritarse los destrozos de la riada, y aunque desde Agroseguro se insiste en que "es pronto para realizar una valoración económica puesto que aún se están recibiendo declaraciones de siniestro", las organizaciones agrarias estiman que superarán los 25 millones de euros.


Pero lo que se ve no es lo único que preocupa. Los agricultores advierten que hay otros 'daños colaterales' de los que ni se habla ni se recoge en los decreto de ayudas pero que condicionarán la producción final agraria y, con ello, la renta de los profesionales agrarios.


Es lo que sucede en los campos de alfalfa, un cultivo muy arraigado en el valle del Ebro desde que en el siglo VIII los árabes considerasen esta zona "ideal" para su desarrollo.

Según los datos de la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa (AEFA), que tiene su sede en Zaragoza, la superficie cultivada en las municipios que lindan con el Ebro suma unas 17.000 hectáreas, de las que casi 6.000 han quedado inundadas por el río.


No todas ellas tendrán el mismo grado de afección aún cuando hayan estado los mismos días bajo el agua, señala el director de AEFA, Joaquín Capistrós, que matiza que en las siembras nuevas –en torno a un 22% de esa superficie– las pérdidas alcanzarán el 100% dado su bajo nivel de enraizamiento. Un porcentaje que irá descendiendo en aquellos cultivos de segundo a quinto año porque esta es una planta "con un gran y profundo desarrollo radicular que poco a poco se irá recuperando", explica Capistrós. Sin embargo, el director de AEFA advierte que estas hectáreas no se van a librar de pérdidas, que habrá que comenzar a sumar cuando se inicien los cortes y se constate la pérdida de calidad, provocada, al menos en los dos primeros, por la nascencia de malas hierbas. Con todo ello, la asociación estima que el final de la campaña se saldará con daños en el 35% en superficie y habrá entre unas 35.000 y 40.000 toneladas menos de producción.


Este recorte impactará también en las doce industrias deshidratadoras a las que mayoritariamente se destina la alfalfa de esta zona y que se asientan en todo el curso del Ebro, desde Mallén hasta Quinto. "Esta menor entrada de producto a la industria en su conjunto representará una menor producción de entre el 11-15% de su capacidad transformadora", explica Capistrós, un descenso que podría generar pérdidas por "lucro cesante", es decir, por no asegurar el suministro a algunos de sus nuevos clientes, especialmente en el recién estrenado mercado chino.


Las hortalizas recibieron la furia del Ebro cuando estaban preparadas para su inminente recolección. Y como manda la ley de la oferta y la demanda, la primera consecuencia de la pérdida de producción –entre un 20% y un 30% de la verdura que se produce en Zaragoza se cultiva en zonas anegadas por el agua, como Sobradiel, Movera, Juslibol, La Cartuja o Pina– ya la han notado los bolsillos de los consumidores que han tenido que pagar más por la acelga, la borraja o el brócoli. Los hortelanos esperan ahora que el tiempo acompañe y la tierra se seque con rapidez aunque advierten que "podemos llegar a estar tres o cuatro meses sin verdura". Eso, en el mejor de los casos y siempre que la lluvia o el deshielo no vuelva a poner en alerta a los pueblos de la ribera.Cosechas de cereal y siembras

En el cereal, algunos de los daños están todavía por venir. "Puede dar la ilusión de ver ahora un campo más verde, pero eso no tiene futuro. El fruto tiene una densidad muy baja y no llegará al final de cosecha", calcula José Manuel Penella, máximo responsable de UAGA, organización que ha realizado un detallado cálculo de las áreas inundadas mediante el análisis de las imágenes del satélite Lansat-8.


No solo las cosechas preocupan a los agricultores. El agua ha arrastrado gran cantidad de tierra fértil. En su lugar aparece una capa de gravillas o, en el peor de los casos, el río "ha creado charcos enormes, auténticas piscinas", señala Penella. Eso significa que primero habrá que sacar el agua, "para lo que tal vez haya que utilizar motobombas", dice. Después, rellenar el hueco de tierra fértil, "que vete tú a saber de donde la van a sacar", señala. Y para terminar será obligado "pasar el láser", que no es otra cosa que nivelar el suelo, una tarea que se realiza con pases sucesivos de palas alisadoras dotadas de un sistema con dispositivos compuestos de un emisor láser, "con el gasto de maquinaria y gasóleo que eso implica", insiste el líder sindical.


Los hay además que tendrán desembolsos que ni imaginaban. El enfurecido torrente que se acercaba a la ribera baja obligó a romper literalmente la carretera de Pina para abrirle paso al agua y evitar así la inundación de esta localidad. Los restos de la vía, convertidos en escombros, aún son visibles en algunas fincas aledañas y nadie sabe quién será el encargado de costear su retirada, que no es precisamente barata. Lo sabe bien el ganadero Alfonso Barreras, presidente también de la asociación de afectados, pues una de sus fincas, de tres hectáreas, está llena de restos de autopista. "Ya me ha dicho un perito que retirarlas me va a costar 300.000 euros", dice.


Y a la vuelta de la esquina está la siembra de maíz. Habría que hacerla en abril y mayo, pero muchos agricultores ya saben que en sus tierras será imposible echar el grano. Los que puedan hacerlo tendrán que retrasar esta labor a tenor de los daños que sufren las infraestructuras de riego. "Hay numerosas acequias cuyas paredes están totalmente tumbadas por lo que acondicionarlas requiere mucha obra, es decir mucho tiempo y dinero", señala Penella, que insiste en que no hay que olvidar que a simple vista muchas parcelas parecen secas, pero en realidad no lo están. "Tienen un colchón debajo con un montón de fango. Si se pisa, la tierra se compacta y eso perjudica a los cultivos y dificulta cualquier tarea", advierte."Efectos secundarios"

Protagonizaron las imágenes más impactantes. La muerte de animales, fundamentalmente cerdos, pero también vacuno de carne y de leche, y la desesperación de aquellos ganaderos, que impotentes veían subir el agua en sus explotaciones ahogadas por el Ebro, demostraron la magnitud de una crecida que obligó –tarde y a toda prisa– a vaciar las granjas y movilizar los ganados. Se han contabilizado 10.000 animales muertos, pero el sector está convencido de que la cifra no parará ahí.


"No son solo los que se han ahogado. Las afecciones provocadas por la riada harán que otros muchos animales tengan que ir a matadero y otros morirán por los efectos secundarios", señala Alfonso Barrera. Y cuando dice "efectos secundarios" habla de los daños que ocasiona al ganado dejar el bienestar de su granja para ser trasladado a otras explotaciones; juntar cabezas, colocar machos con hembras...


En este aspecto abunda Penella. "Los animales están muy industrializados y son, por lo tanto, más delicados, por lo que todo este estrés influye negativamente en su desarrollo y engorde", dice el líder sindical, que matiza que a esa pérdida económica habrá que sumar además los gastos para la necesaria medicación.


En las ganaderías de porcino la situación se complica. Dado que las instalaciones son de integración, el vaciado de las mismas para su secado y reparación también supone un coste para el ganadero, que cobra por el engorde de los animales. "Es decir, si no hay animales no hay ingresos, y mientras tanto hay que seguir pagando unas elevadas hipotecas ya que muchas de estas instalaciones eran nuevas", insiste Penella.


Pérdidas todas ellas que el sector agrario calcula mientras no deja de mirar con preocupación al río, que no deja de amenazar estos días, con dejar su cauce y volver a ocupar una tierra "harta de agua".


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