Heraldo del Campo

Las granjas de caracoles, un negocio en auge en Teruel

Es una alternativa para muchos jóvenes en el medio rural, que completan así sus ingresos.

María Pilar Ginés muestra sus caracoles en hibernación
Las granjas de caracoles, un negocio en auge en Teruel
Jorge escudero

Los beneficios todavía están por ver, pero en Cella, municipio turolense a poca distancia del Jiloca, las granjas de cría y engorde de caracoles son un negocio al alza. Una de estas explotaciones, regentada por una mujer, lleva un año de funcionamiento, y otras dos abrirán sus puertas en la próxima primavera.


"Es una alternativa nueva en el sector agropecuario, que en la actualidad no pasa por sus mejores momentos, y un negocio que no requiere de inversiones desmesuradas", explicaba Germán García, un joven turolense que última la infraestructura para poner en marcha a mediados de abril una explotación de 3.000 metros cuadrados en Cella.


En la misma localidad, María Pilar Ginés cuenta con una granja desde hace un año, si bien se dispone a cambiar de ubicación "por motivos personales". Mientras tanto, sus caracoles adultos y sus crías hibernan en un recinto oscuro y frío de su vivienda. "Me decidí a montar este negocio porque estaba en paro y mis hijos ya eran mayores", explicaba la emprendedora. "Y creí que era un trabajo fácil, pero estaba equivocada", agregó, tras subrayar que la producción de caracoles requiere de unos cuidados especiales por tratarse de unos animales delicados que necesitan mantenerse en constante humedad.


Un campo vallado, sembrado de acelgas y guisantes –verduras que logran mantener un hábitat adecuado– y un sistema de riego por goteo constituyen los elementos básicos para arrancar. "Muchos caracoles se secan y mueren", asegura María Pilar Ginés, tras reconocer que la inversión básica para montar una granja de caracoles puede rondar los 25.000 euros. "Adquirir 8 kilos de alevines supone una inversión de unos 8.000 euros", citaba como ejemplo.


A la adquisición de los ejemplares, que en su caso son de la variedad Helix Aspersa, el caracol autóctono de la zona, hay que sumar la instalación en el suelo de la granja de paneles de corcho de poliespán, un material aislante que sirve de refugio a los animales.

Como un invernadero

Las explotaciones de Germán García y José Villa, dos jóvenes que han decidido emprender esta aventura tras realizar un curso formativo en Ciudad Rodrigo (Salamanca), se asemejarán a invernaderos. Ambos trabajan en el montaje de sus instalaciones, que realizan ellos mismos para abaratar costes, y que cuentan con una superficie de 3.000 metros cuadrados y 1.750, respectivamente. Además de las vallas, los jóvenes han optado por instalar una lona verde de sombreo que cubrirá por completo techo y paredes, un equipamiento que, según Germán García, "deja pasar entre un 30 y un 40% de luz y evita la acción de los depredadores", principalmente aves que ven en los caracoles uno de sus más preciados y suculentos alimentos.


Sus previsiones pasan por poner en marcha las explotaciones en abril y en los meses de agosto o septiembre empezar a producir. Según las cifras que barajan los dos emprendedores, se puede obtener alrededor de un kilo de caracoles por metro cuadrado, lo que representa alrededor de 50.000 unidades en cada kilo. Sin embargo, José Villa asegura que hay numerosas variantes que pueden influir en la producción: "Hasta que no se prueba, no se sabe si funcionará este negocio". "Yo lo tomo como un complemento, porque si se quiere vivir de este tipo de actividad se requieren explotaciones muy grandes, de 10.000 metros cuadrados como mínimo", apunto José Villa.


Por otro lado, el engorde de estos moluscos se enfrenta a la proliferación de plagas, que constituyen algunos de sus principales enemigos. Para atajarlas es necesario un riguroso control de las bacterias que las producen por parte de veterinarios especializados.


Germán García insiste en su concepción de esta actividad "como un complemento extra" de su trabajo habitual en el sector de la albañilería. Las tierras familiares de ambos jóvenes permiten disponer de suelo suficiente sin ningún desembolso. García reconoce que el cuidado de las granjas de caracoles no exige una dependencia tan considerable como las explotaciones ganaderas tradicionales, si bien admite que es necesario "un control diario de la humedad", con el constante riego por goteo de la plantación, imprescindible para crear un entorno natural para los moluscos.


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