Sitios imprescindibles que visitar en Zaragoza

¿Os animáis a descubrirlos?

Esclusas de Valdegurriana, en el Canal Imperial de Aragón.
Esclusas de Valdegurriana, en el Canal Imperial de Aragón.
Guillermo Mestre

Este 2018 estamos celebrando el año europeo del patrimonio cultural. La capital aragonesa es una ciudad cargada de historia, y testigo de ello son sus calles, monumentos, tradiciones y costumbres.

No vamos a hacer una lista de todo lo que podéis visitar, las actividades que se organizan… porque eso podéis buscarlo en el CIPAJ: desde los cuatro museos de la Ruta de Caesaraugusta (el foro, el teatro, el puerto y las termas) al museo de la Zaragozana, dedicado a la cerveza, el maravilloso palacio de la Aljafería o la iglesia de San Pablo (¿habéis subido ya a la torre?), ambos declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, igual que la Seo, que conserva una de las mejores colecciones de tapices del mundo, llenos todos de fantásticas historias; el Pilar con su museo (en el que se guarda el cuerno de caza de Gastón de Bearn, traído de las cruzadas), los espectaculares retablos de escultura del Renacimiento llenos de miles de detalles o las iglesias mudéjares con sus decoraciones de aire oriental, los palacios del siglo XVI con sus techumbres de madera que parecen sacadas de un cuento o la arquitectura rabiosamente contemporánea de obras como el pabellón-puente… Hay para elegir, como veis, pero yo os quiero recomendar tres lugares sorprendentes, únicos y poco conocidos. ¿Os animáis a descubrirlos?

El recorrido del Canal Imperial en Zaragoza

En 1784 llegó a Zaragoza el agua del Canal Imperial. El proyecto había nacido siglos antes, cuando en época del emperador Carlos V se construyó la Acequia Imperial, que pronto quedó casi inservible. Se intentó retomar en el siglo XVII, pero hubo que esperar a que se diera una situación económica favorable y hubiera un grupo aragonés en Madrid con verdadera capacidad de atraer inversiones a esta tierra, y eso ocurrió en la segunda mitad del siglo XVIII. Fue entonces cuando, con mucho esfuerzo y mucho dinero, se puso en marcha un proyecto que tuvo que luchar, entre otras cosas, con la incredulidad de esos que en vez de trabajar porque las cosas salgan adelante prefieren sentarse a criticar a los que se dejan la piel intentándolo. Para darles un simbólico corte de mangas, Pignatelli mandó construir la Fuente de los Incrédulos, "para convencimiento de incrédulos y descanso de los caminantes", como dice la inscripción que hay en ella.

Un recorrido por el Canal es un verdadero viaje en el tiempo que demuestra que cuando las cosas se hacen con visión de futuro pueden seguir dando frutos mucho tiempo después, pues aunque ya no se utiliza para la navegación (durante mucho tiempo sirvió para el transporte de viajeros y mercancías entre Zaragoza y Tudela) sigue regando miles de hectáreas. Si un día tenéis tiempo os podéis acercar al Bocal, el increíble paraje en el que nace el Canal (tomando el agua del Ebro), o hasta las murallas de Grisén, junto a Alagón, con el impresionante acueducto que se hizo para que pasara por encima del río Jalón, pero os voy a proponer un paseo sin salir de Zaragoza.

Comenzaremos en el barrio de Casablanca, llamado así porque allí está la Casa Blanca del Canal. En ese lugar estuvo el puerto más importante de todo el recorrido, y también el primer grupo de esclusas, unas imponentes construcciones que servían para que los barcos pudieran bajar o subir unos cuantos metros (el agua sobrante movía primero un molino y con el tiempo una pequeña central eléctrica). Muy cerca podréis ver la Fuente de los Incrédulos.

Si continuamos llegaremos enseguida a un punto en el que el Canal pasa por encima del río Huerva, por un acueducto conocido como el Ojo del Canal. Desde arriba no se ve, pero podéis bajar un poco por los laterales y lo apreciaréis perfectamente, así como la almenara (una pequeña construcción que servía para tomar agua del curso principal del Canal, con una tajadera en su interior), una de las muchas que se conservan en el recorrido.

Si continuamos por detrás del cabezo del parque llegaremos hasta al puente de la avenida de América (llamada así porque en la construcción del Canal participaron soldados del regimiento de América). Aquí había otro puerto, con almacenes y una iglesia construida por Pignatelli para los trabajadores del Canal (la más cercana de allí era Santa Engracia, y quedaba bastante lejos). Por encargo suyo Goya pintó los tres retablos, pero desaparecieron en la Guerra de la Independencia.

Continuamos nuestro paseo hasta un punto en el que el Canal tiene que atravesar el barranco de la muerte (el actual tercer cinturón). Se construyó otro acueducto (que el cinturón atraviesa), aunque hoy el agua pasa por uno moderno.

La última parte del recorrido nos llevará hasta las esclusas de Valdegurriana, uno de los rincones más extraordinarios y desconocidos de Zaragoza (podéis verlas en la fotografía, aunque tendréis que añadir con la imaginación las compuertas que separaban cada esclusa de la siguiente). A partir de aquí el terreno era muy poroso y el Canal se convierte prácticamente en una acequia y va a buscar el Ebro.

El barrio de la Cartuja Baja

Seguro que todos habéis visitado alguna vez un monasterio (en Aragón los tenemos estupendos), pero el caso de la Cartuja Baja es diferente. Fue un monasterio de monjes cartujos hasta 1835, pero después de la Desamortización se repartió en lotes y llegaron colonos que se instalaron allí. En vez de tirar lo que había lo fueron adaptando a sus necesidades, así que lo que hoy podemos ver es un monasterio que se ha convertido en un pueblo: las galerías de los claustros son ahora las calles (y se ven en ellas los arranques de las bóvedas que las cubrían); el cementerio de los cartujos, en medio del claustro grande, es hoy el parque en el que juegan los niños del barrio; la celda del prior es un restaurante, y pequeñas puertas medio escondidas dan paso a rincones en los que el tiempo se ha detenido.

¿Es difícil de entender? Pues os propongo buscar el barrio en Google Earth y compararlo con esta imagen, una representación antigua con todas las construcciones de la cartuja. Todo se conserva, pero los espacios vacíos están ahora llenos de construcciones: la muralla, la portería, los edificios gemelos de la hospedería y la procura (donde vivían los hermanos), la iglesia, el refectorio donde los cartujos comían juntos una vez a la semana, el claustro grande (con algunas de las celdas donde vivían convertidas hoy en casas)… ¿Queréis comprobarlo? Pues coged un día el autobús 25 y organizad una excursión en la que, al lado de Zaragoza, sentiréis que estáis muy, muy lejos del centro de la ciudad, en un lugar completamente especial.

La torre de los italianos

En la parte alta del parque Pignatelli, casi al llegar al Canal, está la iglesia de San Antonio, con su impactante torre. ¿Habéis estado alguna vez dentro? Pues no solo tiene las mejores vistas de Zaragoza, sino que guarda una verdadera sorpresa: esa torre no es un campanario, sino un cementerio. ¿Un cementerio en una torre? Pues sí, y en él están enterrados muchos de los italianos que vinieron a luchar a la Guerra Civil española. Lo mandó construir Mussolini para agruparlos aquí, pero cuando el dictador cayó fue la República italiana la que tuvo que acabarla, y por eso enterró no solo a los que habían venido a luchar en el bando de Franco sino también a algunos de los que vinieron a apoyar a la República formando parte de las Brigadas Internacionales. Sobre la puerta hay una inscripción que dice: “L’Italia a tutti i suoi cadutti”, Italia a todos sus caídos, con ese “tutti” que nos habla de reconciliación entre los que lucharon entre uno y otro bando al poco de acabar la guerra.

¿Os imagináis cómo es el interior? No os voy a poner una imagen para que vayáis a verlo, pero hay una rampa que sube hasta arriba y en las paredes hay casi 4.000 lápidas, correspondientes a todas las personas enterradas allí. ¿Os imaginabais algo así?

Zaragoza tiene muchas más sorpresas como estas. Tenéis toda la vida para descubrirlas, pero cuanto antes empecéis antes os daréis cuenta de que nuestro siempre patrimonio nos cuenta historias apasionantes que nos ayudan a conocernos mejor y a ser más conscientes de lo necesario que es que lo cuidemos entre todos. Disfrutadlo, y no solo este año, sino durante toda vuestra vida. ¡No os arrepentiréis!

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