Lo que Disney endulzó

Cuentan los cuentos de Disney que, al final de todo lo vivido -y cantado-, todos vivieron felices y comieron perdices. Desde la primera Blancanieves, la empresa de animación ha convertido los cuentos clásicos en historias con un final feliz, en las que unas tablas de valores claramente reconocibles colocaban a un lado a los malos y a otro a los buenos, y el triunfo del bien era el único final posible.

Sin entrar en discusiones sobre si Bella sufrió el síndrome de Estocolmo o si estas historias son buenas o malas para el crecimiento de los niños, lo cierto es que aquellas narraciones nunca fueron tan tiernas como se contaron en la gran pantalla.

La crudeza de las historias reales, a pesar de estar catalogados como 'cuentos', no guardan ni un ápice de ternura hacia los personajes, quienes a menudo sufren trágicos finales en los que ni derrochan bondad, ni sus esfuerzos se ven recompensados. En estas historias, a menudo de los hermanos Grimm o del francés Charles Perrault, ni el sufrimiento, ni las torturas, ni la muerte se maquillan o se disimulan, al contrario: se detallan sin tapujos realidades que no resultaban tampoco extrañas a la época. De estos cuentos se conocen varias versiones, a menudo inquietantes que, aunque puedan reflejar y documentar un sadismo medieval para nada ficticio, desde luego, son bastante inapropiados para dormir a un niño.

Aunque hay quien preferirá siempre las versiones edulcoradas de Disney por su música, por sus detalles, por su estética o por su mensaje, quienes quieran descubrir el verdadero final de los cuentos que formaron parte de su infancia pueden seguir leyendo aunque, quizás, no vuelvan a mirar con los mismos ojos a los personajes de siempre. Eso sí, quien prefiera leerse los cuentos por su cuenta que pare aquí: hay spoilers.

Los verdaderos finales de los cuentos de Disney

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