Cómo abordar una discusión

Consejos para gestionar un conflicto sin que este se agrave aún más.

Nadie se libra de verse implicado alguna vez en una discusión. Hasta las personas más tranquilas o indiferentes pueden entrar en conflicto con otra, pues toda relación interpersonal implica ciertas fricciones. A continuación se ofrecen algunos consejos para abordar una discusión sin que esta se convierta en un conflicto aún mayor, ya sea entre familiares, amigos, la pareja, compañeros de trabajo…

Cómo enfrentarse a una discusión

Escuchar a todos los implicados. Es imprescindible escuchar pacientemente el punto de vista del otro para tratar de comprender su postura y los motivos que le llevan a pensar o actuar así. Aunque no estemos de acuerdo con sus razonamientos, la única forma de abordar un problema o desencuentro es conocer cómo se ha llegado hasta él y así tratar de solucionarlo.

Evitar insultos y faltas de respeto. Lo contrario agravará aún más la discusión e imposibilitará llegar a cualquier tipo de acuerdo o disculpa. Además, si queremos que se nos respete, debemos hacer lo mismo con los demás.

Mantener la calma. Evitar los gritos y aspavientos. Si el tono de la discusión se eleva, puede ser un buen momento para interrumpirla y hacer un llamamiento a la calma, emitir una disculpa o reconocer las propias equivocaciones, invitando a la parte opuesta a hacer lo mismo. El objetivo es mantener la discusión dentro de unos cauces aceptables.

Reconocer los propios errores. Hay que preguntarse cuál es nuestro grado de responsabilidad en el problema, qué hemos podido hacer mal y qué posibles soluciones están en nuestra mano, y reconocerlo ante el contrario.

Estar dispuesto a ceder y llegar a acuerdos. De nada sirve enrocarse en la postura inicial. Es importante demostrar que se está dispuesto a ceder en algunos aspectos y razonar por qué no se hace en otros. Si la otra persona no está dispuesta a ceder en nada, hay que tratar de que entienda que el acuerdo será imposible si no pone algo de su parte.

No sacar trapos sucios del pasado o mezclar otros asuntos. Uno de los agravantes más comunes en una discusión es el afloramiento de disputas o rencores pasados, algo que no ayuda en absoluto a calmar la situación. Los reproches enrarecen el ambiente y no aportan nada útil. Hay que limitar el tema de la discusión a un hecho o situación concreta y centrarse en él.

Amenazas, nunca. “Te acordarás de esto”, “Te vas a arrepentir”, “Voy a asegurarme de que no puedas hacer lo que te propones”, “Voy a contarle todo a…”, etc. Estas y otras frases similares no deben pronunciarse. Este tipo de sentencias bloquean cualquier posibilidad de acuerdo y empañan el futuro de la relación con rencor.

No incluir a terceras personas en la discusión. El debate no debe incluir a personas que no puedan o quieran defenderse o tomar partido, ya sea porque no están presentes o porque no quieren intervenir.

Si todo se complica, aplazar la discusión. A veces se llega a un punto muerto sin avance posible, o los implicados están demasiado enfadados como para ceder o razonar. Una posibilidad es proponer un aplazamiento: “¿Por qué no dejamos este tema ahora y hablamos mañana, más tranquilos?” o “Creo que sería buena idea que reflexionáramos a solas y retomáramos esta conversación en unos días” pueden ser algunas fórmulas.

Finalizar la discusión de la forma más amable posible. Tanto si se ha llegado a una solución como si no, lo ideal es dejar claro que esas diferencias no tienen por qué marcar toda la relación y que es posible restablecerla.

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